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El desgaste mental en combate: neurosis de guerra

Las heridas que padece el soldado no solo son físicas. Más allá de los destrozos provocados por las balas y la metralla, el día a día en el frente es particularmente duro para cualquier combatiente y en especial, en un conflicto como fue la Segunda Guerra Mundial. La exigencia física y mental de los combates termina por exprimir al máximo a cualquier ser humano. El frío, la lluvia, el barro, el estruendo de la artillería y el constante miedo a morir terminan por mermar la resistencia mental del soldado.

La neurosis de guerra es una psicopatología que comenzó a estudiarse en la Primera Guerra Mundial. Los soldados regresaban de las trincheras de Europa con claros síntomas de esta patología. La guerra les obligaba a tomar decisiones duras, debían enfrentarse a sus valores morales para sobrevivir y tomar la decisión de matar siempre conllevaba un gran peso moral. Las condiciones del campo de batalla estaban marcadas por la humedad, el frío y las privaciones. Si a todo ello se le añadía el poder destructivo del fuego de artillería, el resultado sobre la moral del soldado era devastador. Vivir en un permanente estado de tensión y enfrentarse de manera cotidiana a situaciones extremas terminaba por hacer mella en la moral de la tropa.

Escenarios como el bosque de Hürtgen, las Ardenas, Montecassino y Okinawa fueron terreno abonado para un elevado número de casos de neurosis de guerra. Estos escenarios tenían una serie de factores en común: la exigencia física y mental extrema para los combatientes, lluvia, barro, frío y un constante fuego de artillería. Ante semejante prueba, la capacidad de reacción del soldado se ve suprimida, sufre un bloqueo emocional. Los síntomas se manifiestan a través de sordera, ceguera, ataques epilépticos, convulsiones, llantos incontrolables, apatía, embotamiento, incapacidad para concentrarse, parálisis, episodios de pánico y trastornos del sueño.

A pesar de ello, muchos generales consideraban la neurósis de guerra como una excusa de cobardes. Entre esos generales se encuentra Patton, quien durante la invasión de Sicilia llegó a abofetear al soldado Bennett, que padecía claros síntomas de fatiga de batalla. Bien es cierto que si en aquella época se hubiese tratado adecuadamente la ansiedad de combate, los ejércitos hubieran podido evitar muchas deserciones y ayudar a muchos hombres mentalmente exhaustos por la terrible exigencia del frente. También hubo oportunistas que simularon sufrir ansiedad de combate para librarse del frente y ser enviados de vuelta a casa. En el caso de Estados Unidos, fueron enviados ante un tribunal militar y se enfrentaron a una condena, mientras que en el bando alemán, lo más habitual era acabar ante un pelotón de ejecución.

Tratar a un soldado en la línea del frente era imposible. Un hombre afectado por la neurosis de guerra necesita ante todo descanso y alejarse del campo de batalla. Bastaba el simple rugido de un motor para provocar una crisis en un soldado que padeciese neurosis de guerra. De hecho, mandos del Ejército de Estados Unidos llegaron a considerar esta psicopatología como la causa más grave de pérdida de efectividad en las tropas. Tales son los efectos de la ansiedad de combate que pueden perseguir a los veteranos incluso después de la guerra.

Durante la Segunda Guerra Mundial, muchos de los que padecían este trastorno fueron tratados con curas de sueño a través de barbitúricos, sin embargo, este tratamiento no llegó a resultar eficaz. La cura de la neurosis de guerra es compleja y además del sueño inducido se han experimentado otras alternativas, como las drogas ansiolíticas o el traslado a lugares tranquilos.

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