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La épica defensa de Kohima

Octubre 13, 2019
En 1944 la guerra se había tornado terriblemente adversa para Japón. Los nipones sabían de las intenciones aliadas de reconquistar Birmania, por lo que, para impedirlo, planearon avanzar hasta el otro lado del valle de Imphal. De ese modo, podría establecer unas fuertes defensas que les permitiesen proteger Birmania.

Para tal propósito, los japoneses pusieron en marcha la Operación “U-go”, que sería llevada a cabo por el 15º Ejército del general Mutaguchi. Así, la 31ª División japonesa debía cortar la carretera de Kohima, mientras que las 15ª y 33ª divisiones se encargaban de rodear a los aliados y destruir al 4º Cuerpo británico. Con estos objetivos cumplidos, los nipones podrían organizar una línea defensiva que los británicos difícilmente podrían superar si trataban de penetrar en Birmania. Para distraer a los británicos se preparó un ataque de diversión en Arakan, bautizado con el nombre de “Ha-go”. No obstante, la operación “Ha-go” concluyó en un estrepitoso fracaso.


Mientras que los japoneses presentaban graves deficiencias en sus sistemas de suministros, el 14º Ejército británico del general Slim contaba con un importante soporte aéreo que le permitía abastecer a sus tropas. Así pues, los japoneses dependían de capturar las provisiones británicas para poder subsistir y continuar con la ofensiva.


Las tropas de la 31ª División nipona se pusieron en marcha y atravesaron el río Chindwin, avanzando con escasas raciones y con un gran rebaño de unas 15.000 cabras y bueyes. En su camino, la población nativa, afín a los británicos, se negó a proporcionar ayuda a los japoneses. A su paso, los soldados del general Sato encontraron una dura oposición de los puestos de avanzada británicos.

El general Mutaguchi.


El general Slim sospechaba equivocadamente que las intenciones del enemigo eran caer sobre Dinampur, una importante base de aprovisionamiento localizada muy próxima a la vía férrea Calcuta-Ledo. Sin embargo, al percatarse de la progresión japonesa, terminaron por descubrir que el verdadero objetivo era Kohima.

El general Slim, comandante del 14º Ejército.


El estratégico enclave de Kohima se erigía a unos 1.500 metros sobre el nivel del mar y estaba guardado por montañas de mucha mayor envergadura. Allí los británicos tenían un hospital, un cuartel, almacenes y talleres. Conscientes de las pretensiones japonesas, el 22 de marzo de 1944 el coronel Hugh Richards fue puesto al mando de la defensa de Kohima. Su cometido era mantener un promontorio de 1.500 metros de largo y 320 metros de ancho. Al pie de esta elevación, el camino adoptaba una forma de horquilla.


Para la defensa, Richards disponía de una amalgama a de tropas. Contaba con parte del 1º Regimiento de Assam, 260 hombres procedentes de otros combates, el 3º Regimiento de fusileros de Assam, el Regimiento de Sher, dos compañías de 5º Regimiento de Birmania, dos compañías del 5º Regimiento de mahrattas, una compañía de gurkas y una fuerza formada por soldados convalecientes y otras tropas indias.


Rápidamente, los defensores se pusieron manos a la obra, excavando trincheras, aunque escasos de alambre de espino, tuvieron que recurrir a plantar estacas. Por fortuna, un batallón del magnífico regimiento West Kent se unió a la guarnición de Kohima, que contaba con el apoyo de una batería de artillería india.


La compañía A del batallón del West Kent permanecería como reserva en la colina de la guarnición, mientras que la compañía B se situó en la ladera oriental del Kuki Piquet, la compañía C en la colina DIS y la D en la colina FSD. Pero entre el 4º Batallón del West Kent y la guarnición de Kohima existían fuertes recelos. La tensión era palpable entre Laverty, que mandaba el batallón del West Kent y Richards, que se encargaba de la defensa de Kohima.


Pero el 6 de abril de 1944 la situación comenzó a tornarse dramática para los defensores aliados. Los japoneses completaron el cerco a Kohima, entrando en un poblado naga y, horas después, sorprendiendo a unos confiados soldados mientras desayunaban y conquistando la colina de la cárcel. El perímetro británico se estrechaba preocupantemente.


Algunas tropas mixtas encargadas de la defensa pusieron pies en polvorosa y el personal administrativo sucumbió al pánico. Los británicos temían los efectos que podía causar la artillería enemiga en un perímetro defensivo tan reducido.


Ahora bien, por fortuna, a unos tres kilómetros al oeste de Kohima, los británicos contaban con un puesto de avanzada donde la artillería india había emplazado los cañones. Por su parte, los morteros del West Kent también se revelarían muy efectivos en el transcurso de la batalla.


La noche del 6 de abril de 1944 los japoneses trataron de hacerse con el control de la colina DIS. Los nipones recurrieron a artimañas mintiendo y diciendo que les dejasen pasar, que estaban siendo perseguidos. Los hombres del West Kent, bregados en los combates en Arankan, conocían la treta y se defendieron con gran fiereza. Cañones, morteros, fuego de ametralladora y de fusilería cayeron sobre los asaltantes nipones. Todos los asaltos fueron repelidos. Perdiendo el efecto sorpresa, los japoneses se lanzaron al ataque gritando “banzai”.


En la mañana del 7 de abril, los japoneses que habían logrado hacerse con el control de algunas cabañas y los hombres del West Kent recibieron la orden de expulsar a los nipones. Desalojar a los nipones llevó su tiempo y, en muchos casos, los británicos tuvieron que recurrir al fuego para incendiar las cabañas en manos del enemigo.


El asalto a la colina DIS había sido una sangría para los nipones, pero los ataques japoneses se reprodujeron, pues estos lograron cercar Kohima y la posición británica en la cercana Jotsoma.


Los nipones continuaron insistiendo y emprendieron ataques contra el hospital y la casa del comisario adjunto. Los soldados del regimiento de Assam lograron contener la avalancha. El territorio que perdieron los británicos pudo ser recuperado mediante contraataques.


En la casa del comisario adjunto se libraron fortísimos combates, con los artilleros, los gurkas y los soldados británicos luchando a brazo partido. Los defensores de la casa del comisario adjunto fueron reforzados y recibieron el apoyo de los morteros.


Con los heridos acumulándose entre las filas británicas, se decidió aprovechar un espacio que los japoneses habían dejado descuidado entre sus líneas. El oficial médico, el teniente coronel Young, decidió que era el momento de aliviar la avalancha de heridos a los que debía atender el personal sanitario. Unos cien heridos pudieron ser evacuados por la noche mientras eran guiados por un naga y protegidos por un pelotón de rajputs.


El 9 de abril los japoneses volvieron al ataque y, pese a sufrir importantes pérdidas, ganaron posiciones. Los combates también hacían mella en los defensores británicos que, con sus filas menguando, se vieron obligados a abandonar la colina DIS.


El asedio en Kohima era espantoso. El fuego de artillería, los gritos de los soldados japoneses cargando y los francotiradores causando estragos, pasaron a ser una constante. En el aire flotaba el hedor de los cuerpos en descomposición y de los excrementos. Los hombres, faltos de sueño, estaban al límite de sus fuerzas y eran numerosas las ocasiones en las que se combatía cuerpo a cuerpo.


El liderazgo del coronel Richards, así como de Laverty, que mandaba el 4º Batallón de West Kent y la presencia del comisario adjunto Charles Pawsey, contribuyeron a mantener la moral de los defensores.


Laverty solicitó que sus tropas fuesen reabastecidas desde el aire y, a pesar de los desastrosos intentos iniciales, las entregas diarias de armas, municiones y suministros terminaron por mejorar. Mientras tanto, desde Jotsoma, la artillería continuaba disparando con gran precisión sobre las tropas japonesas.


Se combatió con especial virulencia en el campo de tenis. Una y otra vez, los asaltos eran rechazados por los defensores británicos.


La noche del 16 al 17 de abril, los japoneses, precedidos por un gran bombardeo de artillería, atacaron masivamente la colina FSD. Los británicos perdieron la colina, pero lograron reconquistarla hasta en tres ocasiones. No obstante, la superioridad numérica japonesa terminó por imponerse y terminaron por perder FSD. Kuki Piquet corrió la misma suerte que FSD.

Kohima después de la batalla.


Los aliados solo controlaban la colina de la guarnición. Llegado el 18 de abril de 1944 bastaba echar un vistazo al desolador panorama para percatarse de que la caída de Kohima era inminente. Por fortuna, las tropas de la 2ª División británica lograron romper el asedio.


El 20 de abril, los exhaustos defensores de Kohima fueron reemplazados. La ofensiva japonesa había concluido en un colosal desastre. Los combates continuaron, con el Ejército Imperial desgastado y forzado a una penosa retirada. En la denominada batalla de Imfal, los nipones tuvieron que soportar más de 53.000 bajas.


Tal fue la dureza de los combates en Kohima que lord Louis Mountbatten se refirió a la batalla como: "Probablemente entre las más grandes batallas en la historia...fueron como las Termópilas indo-británicas".

Soldados británicos ante la tumba del cabo Harman, condecorado a título póstumo con la Cruz Victoria por el valor mostrado en Kohima.

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