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La muerte del general Rose, un encontronazo letal

En marzo de 1945 el final de la Segunda Guerra Mundial en Europa parecía mucho más cercano. Sin embargo, eso no significaba que la intensidad de los combates estuviera decayendo. En su internada en Alemania, fueron numerosos los lugares en los que las tropas aliadas encontraron una encarnizada resistencia.

Prueba de la fiereza de estos enfrentamientos son los combates vividos en la región alemana de Paderborn. A medida que avanzaban, las columnas blindadas de la 3ª División Acorazada del general Maurice Rose sufrieron importantes bajas, con los tanques Sherman siendo pasto de las llamas frente a los todopoderosos tanques alemanes Tigre.

Era un 30 de marzo de 1945 y, ante las dificultades con las que se había topado uno de los destacamentos de la 3ª División Acorazada, el general Rose decidió implicarse personalmente en los combates. El coronel Richardson, que mandaba uno de los destacamentos y luchaba en Kirchborchen, advirtió en vano al general Rose de que no se dirigiese a la batalla. Sin embargo, Rose desoyó los consejos de Richardson.

El general Maurice Rose condecora a uno de sus hombres.

Así, el general Rose estaba a punto de internarse en un territorio muy peligroso. Entre las carreteras y los bosques aguardaban los alemanes y las tropas estadounidenses aún no habían doblegado a las fuerzas germanas.

Con la noche empezando a cernirse sobre tierras alemanas, Rose abandonó su puesto de mando en las proximidades de las alturas Schloss Hamborn y, al frente de una pequeña columna motorizada, comenzó a circular por la calzada. Entre los bosques reverberaban el sonido de las ametralladoras y el estrépito de las explosiones. La lucha aún no había terminado y Rose se topó con elementos de uno del Destacamento Welborn.

Rose se percató de las duras pérdidas que los tanques alemanes habían causado en sus columnas blindadas. Los tanques Sherman se habían convertido en montones de acero ennegrecido de los que brotaban las llamas. Entonces, los tanques pesados Tigre del 507º Batallón Panzer cayeron sobre los restos del vapuleado Destacamento Welborn y sobre la pequeña columna del general Rose. Los carros de combate alemanes habían conseguido cortar la retaguardia de los estadounidenses. El coronel Braun, un oficial del estado mayor del general Rose propuso abandonar la carretera y ocultarse en los bosques.

Pero el general Rose decidió que debían seguir en la dirección por la que se había desvanecido Welborn, puesto que desde allí no llegaba ningún ruido inquietante. Tomando una carretera secundaria, terminaron topándose con fuego enemigo desde ambos lados de la vía. Una vez más, dieron media vuelta y regresaron a la carretera principal. En esta ocasión, vislumbraron la silueta de un tanque, creyendo que se trataba de los recién estrenados carros pesados Pershing.

Haciéndose a un lado para permitir circular al tanque, los norteamericanos se percataron de que no se trataba de un tanque estadounidense, sino de un blindado alemán. La alarma corrió a voz en grito entre los estadounidenses. Mientras intentaban escapar, el general Rose fue apresado.

Del interior de un tanque alemán emergió un jefe de dotación alemán blandiendo un subfusil. El general Rose, el comandante Bellinger y el cabo Stevens alzaron los brazos para ofrecer su rendición. Con las manos detrás de la cabeza, abandonaron el jeep y se dirigieron a la cuneta mientras el jefe de blindado alemán vociferaba. A pesar de los gritos en alemán, los tres hombres eran incapaces de entender las órdenes de su adversario, pues no hablaban alemán. Rose dijo al teutón que no entendía nada de lo que le decían.

Así pues, ante la ira de su enemigo, Rose dijo a sus hombres que se desprendieran de sus pistolas. Se trataba de pistolas que llevaban sujetas al hombro y que los dos soldados se quitaron cuidadosamente para evitar problemas. Pero Rose llevaba su arma corta al cinto y cuando dirigió sus manos hacia la cintura, el alemán, temiendo que Rose fuese a desenfundar, abrió fuego y abatió al general. Bellinger y el cabo Stevens echaron a correr al ver caer a su general. Mientras tanto, ocho miembros del estado mayor de Rose fueron rodeados por soldados alemanes.

Los alemanes optaron por proseguir con su camino, dejando el cadáver del general Maurice Rose e ignorando los documentos confidenciales que llevaba encima. Con la muerte de Rose, el general de brigada Doyle O’ Hickey pasaba a asumir el mando de la 3ª División Acorazada de Estados Unidos.

El casco del general Rose.

Pronto llegó a las líneas estadounidenses la noticia de la muerte del general Rose. Debido a que Rose compartía los peligros del combate con sus hombres, era un hombre muy apreciado por sus tropas. No tardó en extenderse el rumor de que Rose había sido ejecutado por ser judío. Furiosos, los norteamericanos clamaban venganza, ansiosos por hacer pagar al enemigo por la muerte de su general.

No siendo conscientes de que el nervioso carro alemán había matado a Rose creyendo que iba a desenfundar su pistola, los estadounidenses respondieron con dureza. Más aún, el jefe de blindado desconocía los distintivos que identificaban a un general estadounidense. A pesar de estas circunstancias, fueron varios los soldados norteamericanos los que ejecutaron a los prisioneros, remataron a los heridos y dejaron morir agónicamente a los soldados alemanes.

Horas después de su muerte, el cuerpo inerte del general Maurice Rose fue encontrado por los estadounidenses, intacto y con sus documentos confidenciales. Mientras tanto, los soldados estadounidenses continuaron con su oleada de represalias, prohibiendo enterrar durante varios días los cadáveres a los lugareños de los pueblos cercanos.

Funeral por el general Maurice Rose.

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