La derrota del ejército alemán en el frente occidental no fue cosa de un día. Tras el “Día D”, la lucha se recrudeció, alcanzando una brutalidad inigualable. En el frente de Caen, británicos y canadienses se enfrentaron a las aguerridas y fanáticas divisiones de las Waffen-SS.
En sus intentos por perforar las líneas alemanas, las tropas canadienses se estrellaron contra la cresta de Verrières, fuertemente defendida por tropas de la Wehrmacht y de las Waffen-SS. Este es el escenario que ha recreado David O’Keefe con precisión milimétrica para honrar la memoria de los hombres del batallón Black Watch.
Seven Days in Hell es un libro de gran precisión histórica, que permite al lector orientarse perfectamente en el campo de batalla. Al mismo tiempo, la obra nos introduce de lleno en el funcionamiento de un batallón de infantería canadiense de la Segunda Guerra Mundial.
Entre los parajes normandos y sus ciudades destruidas, O’Keefe nos acerca a los verdaderos protagonistas de la batalla, los humildes soldados de infantería. El sargento Benson, el cabo Ducat, el capitán Bennett o el teniente coronel Cantlie serán algunos de los protagonistas que, a través de sus vivencias, nos aportan nítidos detalles del horror en el campo de batalla.
Precisamente, uno de los grandes puntos fuertes del libro de O’Keefe es su riqueza descriptiva. Es una de las obras que mejor describe los bombardeos, los destellos de las descargas de las ametralladoras rasgando el aire, la lluvia y el barro que los soldados soportaban en sus agujeros o cómo la intensidad de la lucha condujo al colapso mental a aquellos jóvenes.
Condenados a un holocausto, el 25 de julio de 1944, en el marco de la Operación Spring, los hombres del Black Watch pasaron al ataque. A pesar de un plan terriblemente deficiente, los canadienses se batieron con un arrojo sin igual. Pero la valentía de aquellos hombres se estrelló contra el muro de la cruda realidad. Inmovilizado por los alemanes, el batallón terminó siendo aniquilado, con casi todos sus hombres muertos o hechos prisioneros. Desde la catástrofe de Dieppe en agosto de 1942, un batallón canadiense no había sufrido semejante número de bajas.
Pero, ¿quién fue el culpable de semejante masacre? David O’Keefe parece tenerlo claro y carga las tintas sobre el general Simonds, quien, obcecado con un objetivo imposible, fue el responsable de la pérdida de muchas vidas canadienses.
Si lo que buscan es un trabajo caracterizado por el rigor histórico, con un ritmo narrativo muy ágil y que ponga rostro a los protagonistas de la guerra, les invito a leer Seven Days in Hell.
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