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Operación Bulbasket: sabotaje en lo más profundo del territorio enemigo

1944 trajo cambios para el SAS y a sus hombres se les ordenó cambiar de color de boina. Así, mientras los hombres del SAS portaban boinas rojas, uno de sus más destacados comandantes, Paddy Mayne, continuaba llevando la boina color tierra. Pero, a medida que se aproximaba el mes de junio, la tensión comenzó a crecer entre los hombres del cuerpo de élite británico.

El desembarco de Normandía era inminente y requeriría el apoyo de los más destacados y pintorescos soldados británicos. Incluso los soldados del SAS Francés se desplegarían en Bretaña para causar la confusión entre los alemanes.

Ahora bien, el contingente más importante del SAS saltaría sobre la Francia ocupada, en el corazón del territorio enemigo, muy lejos de las playas normandas. Se trataba de la Operación Bulbasket, diseñada para destruir las vías de comunicación, evitar la llegada de refuerzos alemanes a la costa, trabajar conjuntamente con los maquis y señalar objetivos para la aviación aliada.

Así pues, el escuadrón encabezado por John Tonkin debía saltar en las proximidades de la ciudad francesa de Poitiers. Su misión era clave para ralentizar el avance de la temida 2ª División Panzer de las SS Das Reich, que podía amenazar el desembarco aliado en Francia si alcanzaba las costas de Normandía. El plan del SAS también suponía trabajar en colaboración con los agentes de la Ejecutiva de Operaciones Especiales (SOE), creada fundamentalmente para llevar a cabo sabotajes en la Europa ocupada.

Huelga decir que la misión era extremadamente arriesgada. Se hallarían cientos de kilómetros tras la línea del frente y no podrían esperar clemencia del enemigo. De acuerdo con la Orden de los comandos dictada por el Führer, como saboteadores, los agentes de la SOE y los hombres del SAS serían ejecutados en caso de ser capturados.

El 6 de junio de 1944, Tonkin aterrizó sin problemas en Francia. Debía ocultarse en el bosque, reunir a sus hombres (unos 40 soldados del SAS) y enlazar con los agentes de la SOE y con los guerrilleros del maquis. Pero el contingente de Tonkin no era lo suficientemente grande como para contener el avance de grandes formaciones. Para colmo de males, los maquis consideraban que la fuerza de Tonkin era demasiado numerosa como para pasar inadvertida. Solo eran un puñado de soldados con armamento ligero enfrentándose a toda una división blindada de las SS.

Mientras Tonkin aguardaba la llegada de sus hombres a Vienne en los días sucesivos, fue informado de la situación. La división era palpable entre las filas de los maquis, con tendencias políticas muy dispares, mientras que tampoco podían olvidarse de los colaboracionistas franceses. Ocultos en tierra hostil, los soldados de Tonkin se establecieron en un bosque próximo a Pouillac. Posteriormente recibirían jeeps dotados de ametralladoras Vickers y suministros.

Manos a la obra, los hombres de Tonkin solicitaron un ataque aéreo sobre los apartaderos de Châtellereault. Los Mosquitos de la Royal Air Force cayeron sobre las reservas de combustible de la 2ª División Panzer de las SS, provocando una colosal explosión.

Sin embargo, mientras los hombres del SAS se congratulaban por el daño causado al enemigo, una terrible masacre tenía lugar en el pequeño pueblo de Orador-sur-Glane. Como represalia por la muerte de un oficial de la División Das Reich, las tropas de las Waffen-SS asesinaron a la población civil e hicieron arder el pueblo. Un total de 642 seres humanos murieron en tan execrable atrocidad.

Transcurrían los días y Tonkin temía que los alemanes estuviesen tras su pista. Por ello, decidió ubicar su campamento cerca de Verriéres. Gracias a la espesura de la vegetación, sus hombres estarían ocultos. Sin embargo, en la cercana Poitiers, a unos 25 kilómetros, se hallaban las fuerzas alemanas.

El día a día tras en territorio alemán transcurría con tranquilidad, con largos periodos de calma intercalados por ocasionales incursiones para atacar puentes y vías del tren. Todo ello forzó a los alemanes a desplazarse a través de las carreteras, pues buscaban evitar encontronazos con los soldados del SAS y los maquis.

La presencia del escuadrón de Tonkin no había pasado inadvertida y los alemanes estaban rastreando la zona. Mientras tanto, en el campamento de Verriéres convivían 40 hombres del SAS, doce miembros de la resistencia y un piloto norteamericano.

Ante la amenaza de ser encontrados por los alemanes se reubicó el campamento en Bois des Cartes, pero este enclave carecía de fuentes de agua cercanas. No tardarían mucho en regresar a Verriéres. El temor a ser descubiertos y acorralados por el enemigo planeaba en la mente de Tonkin y, para mayor infortunio, dos de sus hombres no habían vuelto de una incursión. Incluso existía preocupación por la posibilidad de un posible espía infiltrado en el campamento del SAS.

Los alemanes conocían la ubicación de Tonkin y sus hombres y el 1 de julio comenzaron a diluviar los proyectiles de mortero. Las tropas de las SS, unos 400 hombres, empezaban a estrechar el cerco sobre la posición de Tonkin. Los SAS intentaron romper el asedio utilizando las ametralladoras Vickers montadas en sus jeeps. Tonkin ordenó que cada cual intentase escapar por sus propios medios.

Parte del contingente británico huyó pendiente abajo, hacia el valle. Mientras tanto, Tonkin y un grupo de hombres trataban de escapar rumbo al sur, el oficial británico se percató de que había olvidado la radio y el libro de códigos. Para cuando regresó, buscó un escondrijo y, horrorizado, se dio cuenta de que los alemanes ya dominaban el campamento. La refriega continuaba y los alemanes se batían en esporádicos tiroteos con la resistencia francesa. En franca desventaja, los franceses no tardarían en ser hechos prisioneros para posteriormente ser ejecutados.

Aprovechando el estallido de un recipiente cargado de explosivos que permanecía activado para ser detonado, Tonkin consiguió escapar. Pero la desgracia se cernió sobre los hombres que trataron de huir a través del valle, pues fueron capturados.

Una avalancha de mensajes contradictorios y erróneos fueron enviados a Londres. Eran muy diferentes las versiones que daban sobre lo ocurrido en el campamento del SAS. Sin embargo, tan solo 8 hombres habían logrado escapar. Los supervivientes se reagruparon en una granja al este de Verriéres.

Fieles a su espíritu de lucha, los SAS de Tonkin continuarían peleando. Con una fuerza más reducida, le era más fácil pasar desapercibido. De hecho, el 1 de agosto de 1944, en plena batalla entre maquis y tropas alemanas, Tonkin solicitó apoyo aéreo a la RAF. Gracias a la irrupción de la aviación británica, los alemanes se dispersaron.

Un funesto final aguardaba a los SAS que habían caído en manos de los alemanes, que fueron enviados a la prisión de Poitiers, mientras que los heridos graves recibieron atención médica en el hospital Hôtel de Dieu.

Para los mandos alemanes de la Wehrmacht no era plato de buen gusto tener que cumplir la Orden de los Comandos. Les disgustaba profundamente tener la obligación de ejecutar prisioneros de guerra. Por ello, se libraron de tan amarga decisión dejándola al criterio de un oficial de rango inferior.

Se trasladó a los prisioneros a Saint Sauvent. Veintisiete integrantes del SAS y un piloto norteamericano fueron fusilados en el bosque de Saint Sauvent. El destino de los heridos hospitalizados fue igualmente amargo, puesto que fueron asesinados al recibir mortíferas cantidades de morfina.

Los supervivientes de la Operación Bulbasket fueron evacuados el 6 de agosto de 1944. Gracias a la arriesgada misión del SAS había sido posible ralentizar la marcha de la División Das Reich hasta Normandía, sin olvidar el importante daño causado a las redes ferroviarias en manos del enemigo y la inyección de moral que su actuación había supuesto para los maquis.

 

 

 

 

 

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