Si bien el objetivo principal de Hitler al invadir la Unión Soviética era Moscú, Leningrado con unos 3.200.000 habitantes y una nutrida industria, no era una ciudad nada desdeñable desde el punto de vista estratégico.
Los alemanes pretendían tomar la ciudad y enlazar con sus aliados finlandeses. Sin embargo, los soviéticos descubrieron las intenciones alemanas y en el verano de 1941 se pusieron manos a la obra para fortalecer las defensas de Leningrado.
Se cavaron trincheras, se erigieron obstáculos antitanque y levantaron alambradas. Así, había refugios antiaéreos para 918.000 personas y trincheras para 672.000 más. A pesar del colosal esfuerzo, alrededor de la mitad de la población no tenía donde guarecerse de los bombardeos.
La guerra se acercaba y los valiosos tesoros artísticos del Ermitage fueron evacuados a Sverdovsk. Si bien se intentó evacuar a los ancianos, muchos quedaron abandonados, puesto que, al ser extraídos de la ciudad, nadie se ocupaba de ellos.
Ya en el verano de 1941, los alemanes se acercaban y los soviéticos enviaron a unos 30.000 trabajadores sin formación militar, pobremente armados y equipados. Estas divisiones” opolcheznia” sufrieron unas pérdidas espantosas.
El ejército alemán seguía progresando hasta ganar la línea Dnieper-Smolensk, pero parte de las fuerzas soviéticas lograron escapar. El 8 de agosto comenzó el ataque germano hacia Leningrado y días después cayó Novgorod.
Soldados alemanes cerca de Leningrado.
Más fuerzas alemanas se sumaron a la batalla, pues el 11º Ejército se unió desde Crimea y la 250ª División o División Azul, formada por soldados españoles, se incorporó a la lucha.
El 1 de septiembre de 1941, las primeras unidades alemanas alcanzaron el perímetro exterior de Leningrado. No mucho después, los alemanes bombardearon la ciudad con sus monstruosos cañones de 420 milímetros.
El cerco se iba estrechando y los alemanes conquistaron Shlisselburg mientras, desde el norte, avanzaban las tropas finlandesas. Los soviéticos solo podían abastecer Leningrado a través del lago Ladoga o por medios aéreos.
La situación no parecía muy halagüeña en Leningrado y Stalin optó por sustituir al mariscal Voroshilov por el mariscal Zhukov. La resistencia en Leningrado se tornó más encarnizada y la retirada se castigaba con la muerte.
A pesar de los salvajes combates, Moscú seguía siendo el gran objetivo de Hitler. Por ello, los alemanes detrajeron fuerzas de Leningrado para volcarse en su avance hacia Moscú. De hecho, Zhukov también abandonó Leningrado para ocuparse de la defensa de la capital rusa.
El aprovisionamiento de la ciudad se tornaba complejo, pues los barcos que cruzaban el lago Ladoga debían soportar los ataques de los aviones de la Luftwaffe en sus largas travesías de unas 16 horas.
Suministros enviados a Leningrado a través del lago Ladoga.
Durante el mes de noviembre, la ciudad sufrió furiosos bombardeos y los almacenes de comida fueron alcanzados. Es curioso que el azúcar quemado fue vendido como caramelos.
En la base de Kronstadt, los soviéticos tenían el gran pilar de su defensa. Desde allí, los acorazados Marat y Revolución de Octubre, los cruceros Kirov y Máximo Gorki, respondían al fuego alemán.
Una red de globos unidos con cadenas, sumados a las piezas de artillería antiaérea, servía como defensa frente a los ataques a baja altura de la aviación alemana.
Cañón antiaéreo soviético abriendo fuego en Leningrado.
Si bien Hitler no pretendía ordenar el asalto de la ciudad, si ordenó un asedio que implicase la caída de Leningrado por hambre. Y es que, los trabajadores solo disponían de 400 gramos de pan diario, por 200 gramos de pan que recibían los niños.
Las condiciones fueron terribles en la ciudad, con el frío impidiendo cultivar hortalizas y los rusos alimentándose con serrín y cuero. Palomas, gorriones y ratas fueron devorados por la hambrienta población. Las cartillas de racionamiento de los familiares muertos eran aprovechadas para conseguir raciones adicionales de alimentos y el gélido invierno hacía más dura la existencia de quienes subsistían en Leningrado.
El 12 de noviembre llegó el invierno y las aguas del Ladoga se helaron. De hecho, llegaron a registrarse temperaturas de -40º C. Inicialmente, se transportaron los suministros en trineo, pero cuando la capa de hielo fue lo suficientemente gruesa, se emplearon camiones.
Gracias a que el 6 de diciembre los rusos tomaron Tijvin, fue posible la comunicación por vía férrea. Los rusos intentaron establecer una conexión ferroviaria sobre la superficie helada. Fue lo que la BBC denominó el “tren de hielo”, que en realidad eran convoyes de camiones sobre el hielo. Y es que, los precarios intentos rusos de erigir una vía férrea sobre el hielo resultaron desastrosos.
Los camiones llegaban cargados de suministros a Leningrado y evacuaban a la población civil. A pesar de ello, el trayecto era peligroso, pues muchos vehículos se hundieron al caer en las grietas abiertas en el hielo o fueron atacados por las competentes tropas finlandesas.
Un convoy soviético avanza a sobre la superficie helada hacia la ciudad de Leningrado.
Precisamente los finlandeses fueron unos duros enemigos para los soviéticos, pues se desplazaban con agilidad en el hielo, sabían cómo subsistir en la nieve y atacaban desde trineos o bien empleando raquetas. De hecho, en varias ocasiones, los buques rusos se detuvieron y de ellos descendieron grupos de infantes de marina soviéticos para combatir sobre el hielo a los finlandeses.
Llegado el 18 de enero de 1942, Von Küchler reemplazó a Von Leeb, que se enfrentaba a sus oponentes soviéticos, el general Góvorov en Leningrado y el general Meretzkov en el área del Vóljov.
En medio de aquel implacable invierno, el tifus se cebó con la ciudad y los cadáveres estaban omnipresentes. Gracias a los alimentos llegados el 24 de enero de 1942, la población vio ligeramente aliviada su situación.
La población local obtiene agua de los pozos excavados en la ciudad de Leningrado.
Con la llegada de la primavera, más civiles fueron evacuados y el abastecimiento mejoró, gracias a la construcción de una red eléctrica y una red de gasolina. El clima también dio un respiro y posibilitó el cultivo de hortalizas.
Las operaciones de auxilio a la ciudad dieron sus frutos y los alemanes se parapetaron tras el Vóljov en diciembre de 1941. Kline, Rogatcehev, Yakkroma e Istra fueron reconquistadas por los soviéticos y Góvorov remontó el Moskva.
Los hombres del general Scherer quedaron rodeados en la bolsa de Cholm, soportando un asedio imposible hasta que fueron socorridos el 5 de mayo de 1942.
Pasaron los meses y las derrotas alemanas en Rusia se sucedieron. Los alemanes perdieron la iniciativa tras ser derrotados en la gran batalla de tanques en Kursk en el verano de 1943. Mientras, en Finlandia comenzaban a existir recelos sobre la alianza con Alemania.
En enero de 1944, Leningrado estaba cercada, pero los soviéticos emprendieron un gran ataque para poner fin al asedio. Así, las fuerzas rusas neutralizaron a los alemanes en el Ladoga y alcanzaron Shlisselburg. Se abrió un corredor hacia Leningrado y la ciudad experimentó cierto alivio.
El 27 de noviembre de 1944, los soviéticos habían logrado acabar con el cerco de Leningrado. Los alemanes emprendieron una retirada progresiva y rusos y finlandeses empezaron a negociar un armisticio. Bien es cierto que las negociaciones se truncaron en marzo y hubo que esperar hasta septiembre de 1944 para que Finlandia y la Unión Soviética pusieran fin a las hostilidades con la firma de un armisticio.
Alegría por la ruptura del cerco en la ciudad de Leningrado.