Sin embargo, para comprender semejante escalada de tensión política y militar, es necesario conocer los antecedentes. La revolución cubana permitió aupar a Fidel Castro al poder, quien estableció un régimen socialista e implementó medidas que perjudicaban directamente a los intereses de Estados Unidos en la isla.
El sector privado había estado en manos de las empresas estadounidenses y Castro optó por nacionalizar la industria cubana. Dichas nacionalizaciones suponían un espaldarazo a los intereses económicos de los empresarios norteamericanos.
Desde entonces, las relaciones entre Estados Unidos y Cuba se tornaron turbulentas. Cuba quedó sometida a un bloqueo económico y Estados Unidos apoyó económica y militarmente a cubanos exiliados en el desembarco de bahía de Cochinos, una invasión concebida para derrocar a Castro. El desembarco de bahía de Cochinos, llevado a cabo en abril de 1961, resultó ser un clamoroso fracaso de los exiliados cubanos e intensificó la enemistad entre Castro y Estados Unidos.
Como consecuencia de ello, Fidel Castro se alineó con el gran rival político y militar de los Estados Unidos: la Unión Soviética. Cuba, un país empobrecido y débil, necesitaba el respaldo de una gran potencia militar ante el desafío que suponía la enemistad con Estados Unidos. En el presidente soviético Nikita Jruschov, Castro encontró el aliado que buscaba.
El incremento de la presencia militar soviética en Cuba se intensificó de manera progresiva y no solo con armas convencionales, sino que la Unión Soviética desplegó sus misiles nucleares en la isla. En el verano de 1962, en el marco de la Operación Anadir, los soviéticos trasladaron a bordo de mercantes personal militar y armas nucleares.
Durante meses, los soviéticos introdujeron armamento nuclear y convencional sin que los estadounidenses se percatasen de la verdadera envergadura de la amenaza. Sin embargo, las alarmas saltaron cuando, el 14 de octubre de 1962, un avión espía U-2 de los Estados Unidos realizó un vuelo de reconocimiento sobre Cuba.
Base de misiles soviéticos en Cuba.
Después de sobrevolar Cuba durante 6 minutos y realizar 928 fotografías, las imágenes fueron estudiadas por el personal de la CIA. Las fotografías revelaban la presencia de misiles balísticos en un lugar al norte de San Cristóbal. Los siguientes vuelos con aviones espía evidenciaron que los soviéticos estaban poniendo a punto sus misiles en diversos puntos de Cuba.
Alertado de tan grave amenaza, el presidente de los Estados Unidos John F. Kennedy se rodeó de una serie de expertos a los que denominó EXCOMM (Comité Ejecutivo del Consejo de Seguridad Nacional).
Robert McNamara, en calidad de Secretario de Defensa de los Estados Unidos, planteó las siguientes opciones al presidente Kennedy: un bloqueo marítimo para evitar la llegada de nuevas armas a Cuba y ataques aéreos para destruir los misiles soviéticos.
Sin embargo, el presidente Kennedy buscaba una vía pacífica para resolver la crisis. Todo ello implicaba establecer negociaciones con la Unión Soviética.
El 22 de octubre de 1962, el presidente Kennedy compareció en un discurso televisado y el mundo se percató del gran riesgo de una guerra nuclear. Kennedy se mostró firme en su alocución, dispuesto a responder a cualquier agresión soviética. No obstante, el presidente estadounidense estaba determinado a resolver la crisis a través de la negociación.
El presidente Kennedy mantiene una reunión con el ministro de exteriores soviético Gromyko.
Cabe señalar que, en su discurso, Kennedy se refirió al bloqueo naval a Cuba como cuarentena. Y es que, el bloqueo naval se consideraba un acto de guerra. Asimismo, señaló que un ataque a cualquiera de los aliados de Estados Unidos se consideraría una agresión a los mismísimos Estados Unidos.
El presidente Kennedy firma la prohibición de la entrada de armas ofensivas en la isla de Cuba.
Por otra parte, se convocó al Consejo de Seguridad de la ONU al tiempo que se exhortaba al presidente soviético Jruschov a retirar las armas nucleares de Cuba.
Reunión del Consejo de Seguridad de la ONU durante la crisis de los misiles de Cuba.
Los barcos soviéticos se aproximaban a la línea de cuarentena estadounidense y el presidente Jruschov dio órdenes a las tripulaciones de no detenerse. Entre el 24 y el 25 de octubre, algunos barcos dieron media vuelta y otros pudieron llegar a Cuba tras ser inspeccionados y comprobarse que no portaban armas.
A medida que se sucedían los reconocimientos aéreos sobre Cuba, los estadounidenses descubrieron que los soviéticos estaban avanzando en sus trabajos para poner a punto los misiles balísticos. Mientras tanto, Castro alertaba a la población del riesgo de una guerra con los Estados Unidos y se dispuso a ordenar la movilización.
La beligerancia iba en aumento y Estados Unidos entró en DEFCON 2, se trataba del nivel de alerta más elevado previo a un enfrentamiento nuclear. El mundo parecía abocado a la catástrofe.
Alcance de los misiles soviéticos emplazados en Cuba.
El periodista John Scali, de la cadena televisiva ABC, se puso en contacto con la Casa Blanca. Un espía soviético ofrecía un trato al gobierno estadounidense. El trato consistía en la retirada de los misiles de Cuba a cambio de la promesa de Estados Unidos de no invadir Cuba.
Una carta fue enviada por los soviéticos, proponiendo una resolución de la crisis similar a la planteada por el espía ruso al periodista John Scali. El mensaje parecía auténtico y ofrecía una salida a tan terrible escalada de tensión.
Sin embargo, las buenas noticias se esfumaron cuando, la mañana del sábado 27 de octubre, los estadounidenses recibieron un mensaje en el que se les pedía la retirada de los misiles Júpiter emplazados en Turquía. Para los estadounidenses era una decisión compleja, pues, aunque se trataba de un intercambio, la decisión podía quebrar el compromiso de Estados Unidos para con un aliado de la OTAN como Turquía.
Mientras todo esto sucedía, un avión U-2 fue derribado mientras realizaba una misión de reconocimiento aéreo sobre Cuba. El piloto, Rudolph Anderson, fue la única víctima mortal de la crisis de los misiles de Cuba.
El general LeMay, comandante en jefe de las Fuerzas Áreas de los Estados Unidos, con el presidente Kennedy.
Los generales estadounidenses exigían un ataque militar a Cuba y todo parecía indicar que el estallido de un gran conflicto armado era inevitable e inminente. Los presagios eran tan sombríos que los altos cargos del gobierno estadounidense fueron informados para reunirse con sus familias en un lugar secreto para ponerse a salvo en caso de una guerra nuclear.
Cuando la catástrofe mundial parecía no tener marcha atrás, el embajador estadounidense ante la Unión Soviética Llewellyn Thompson, acostumbrado a negociar con los dirigentes comunistas, propuso una alternativa. La solución de Thompson pasaba por ofrecer una salida al presidente Jruschov. Para ello, Estados Unidos retiraría sus misiles de Turquía y prometería no invadir Cuba a cambio de la retirada de las armas nucleares de Cuba. Cabe señalar que los soviéticos debían guardar en secreto el compromiso norteamericano de retirar los misiles Júpiter de Turquía
Robert Kennedy, fiscal general de los Estados Unidos y hermano del presidente Kennedy, se reunió con el embajador Dobrynin. Dicho encuentro tuvo lugar en secreto y resultó determinante para la resolución de la crisis. Kennedy dijo a Dobrynin que Estados Unidos ya tenía planeado retirar sus misiles de Turquía, pero que dicha retirada no podía ser anunciada públicamente.
El 28 de octubre de 1962, Jruschov comunicó públicamente que las armas nucleares soviéticas serían retiradas de Cuba. La crisis había llegado a su fin y había sido una victoria política tanto para Kennedy como para Jruschov.
Por el contrario, el acuerdo no resulto satisfactorio para el régimen de Castro. Pese a poner fin al riesgo de guerra nuclear, Castro no veía las suficientes garantías para la seguridad de Cuba. Asimismo, el embargo económico que sufría Cuba prosiguió en vigor.
La crisis de los misiles de Cuba demostró que era necesaria una vía de comunicación directa entre Moscú y Washington. Para evitar esta clase de tensiones se creó el denominado “teléfono rojo”.