Los bombarderos B-29 estadounidenses, que partían de las lejanas islas Marianas para bombardear Japón, necesitaban un punto de apoyo en el que realizar aterrizajes de emergencia y realizar reparaciones de los aviones dañados. La pequeña y maloliente isla volcánica de Iwo Jima ofrecía ese refugio que los estadounidenses necesitaban.
Vista aérea de Iwo Jima
Así pues, se encomendó a unos 75.000 hombres 3ª, 4ª y 5ª divisiones de marines que tomaran la isla. Frente a ellos se encontraban unos 21.000 japoneses bien atrincherados y dispuestos a luchar hasta la muerte.
Las fotografías y el cine han recogido numerosas escenas sobre los desembarcos y el momento del izado de la bandera en el monte Suribachi gozó de una amplísima popularidad, convirtiéndose en una imagen icónica del siglo XX. Sin embargo, merece la pena hablar de la última resistencia en Iwo Jima, que consistió en una carga banzai.
Los marines llevaban combatiendo desde el 19 de febrero de 1945 en Iwo Jima y la lucha había sido particularmente encarnizada. Pese a las espantosas bajas sufridas, que superaron a las japonesas, lograron acorralar a los nipones en sus últimos reductos.
Los carros de combate, provistos de lanzallamas, habían arrojado sobre los japoneses más de 45.000 litros de combustible cada día. Las cuevas y galerías subterráneas habían sido atacadas con fuego y explosivos.
El general Erskine, tratando de persuadir a los japoneses de que estaban realizando un sacrificio inútil, envió emisarios al enemigo. Estos mensajeros eran prisioneros japoneses o soldados estadounidenses de origen nipón. Pese a todo, el general Kuribayashi y sus hombres se negaban a capitular.
El 17 de marzo de 1945, el general Kuribayashi recibió la noticia de que había alcanzado el rango de teniente general. Días después, el propio Kuribayashi se despedía desde Iwo Jima, anunciando el inminente final de la resistencia de sus tropas.
El general Kuribayashi, comandante japonés en Iwo Jima
El 26 de marzo de 1945, cuando cayó la noche, tuvo lugar el capítulo final de la batalla. Entre 200 y 300 soldados japoneses emergieron de sus escondrijos. Sigilosamente, avanzaron por las quebradas hacia las posiciones de la 5ª División de Marines.
El personal de las fuerzas aéreas, los artilleros antiaéreos y los hombres de los grupos de construcción naval (seabees) descansaban confiados. Los nipones habían marchado hacia una zona de tiendas de campaña situadas entre el campo de aviación nº2 y la costa oeste.
Los japoneses llevaron a cabo una carga suicida atacando desde tres puntos distintos. A la desesperada y dispuestos a arrollar a cuantos norteamericanos encontrasen a su paso, los japoneses irrumpieron en las tiendas de campaña. Los sorprendidos estadounidenses fueron acuchillados y acribillados al tiempo que las granadas eran arrojadas al interior de las tiendas de campaña.
El estruendo de la masacre atrajo la atención de los marines zapadores, así como de soldados afroamericanos y tropas del 147º Regimiento de Infantería. El combate se convirtió en una carnicería cuerpo a cuerpo. Japoneses y estadounidenses intercambiaron disparos a quemarropa, bayonetazos y lanzamientos de granadas.
Mención especial merece el valor mostrado por el teniente Harry Martin, de la 5ª División de Marines. Martin reaccionó con rapidez a la carga suicida japonesa e improvisó una rápida defensa. De hecho, el propio Martin acabó con cuatro enemigos antes de morir. Por semejante acción, fue condecorado a título póstumo con la Medalla de Honor del Congreso.
Por otra parte, existen numerosas dudas sobre el modo en que murió el general Kuribayashi. Hay quienes afirman que el comandante de la guarnición japonesa se suicidó en su cuartel general, mientras que otras versiones sostienen que Kuribayashi cayó luchando en esta desesperada carga banzai.
La luz del día evidenció la masacre: 44 aviadores estadounidenses muertos y 88 heridos. Asimismo, 9 marines habían perdido la vida y otros 31 habían sufrido heridas. Las bajas eran aún más espantosas entre las filas japoneses, pues, sobre la superficie volcánica de Iwo Jima yacían 262 cadáveres nipones.