En 1944 la situación militar de Alemania era francamente dramática. Los aliados, tras desembarcar en Normandía el 6 de junio de 1944, se habían abierto camino, liberando París y situándose a las puertas del Tercer Reich. En el frente oriental, las cosas tampoco marchaban mucho mejor. La Operación Bagration, lanzada por el Ejército Rojo en junio de 1944, había supuesto una calamitosa derrota para la Wehrmacht y las fronteras orientales alemanas estaban amenazadas por los colosales ejércitos soviéticos. Tratando de dar un vuelco a la guerra, el Führer propuso un contraataque.