Corría la primavera de 1918 y la Primera Guerra Mundial se encontraba en su último año. Las fuerzas alemanas golpeaban con contundencia en el frente occidental en lugares como Flandes y el Somme. Ante el empuje de los teutones, las fuerzas aliadas y en particular los británicos, necesitaban restañar su moral. Para tal propósito, el contraalmirante Roger Keyes preparó un golpe de mano en Zeebrugge.