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El holocausto de la patrulla Goettge en Guadalcanal

Tras el ataque a Pearl Harbor la expansión japonesa parecía incontenible. Los ejércitos del Imperio de Japón conquistaban vastas extensiones de terreno en Asia y el Pacífico. La amenaza de una invasión nipona amenazaba Australia. En aquel desesperado momento para los aliados, una isla desconocida cobró una importancia vital en la Segunda Guerra Mundial. Se trataba de Guadalcanal.

Los japoneses habían iniciado la construcción de un aeródromo en Punta Lunga (Guadalcanal), lo que amenazaba las rutas de abastecimiento entre Estados Unidos y Australia. Por ello, los estadounidenses, decididos a poner fin a la expansión japonesa, decidieron pasar a la ofensiva e invadir Guadalcanal.


Las voces femeninas de la Rosa de Tokio, tratando de minar la moral de los aliados, no dejaban de preguntar por los marines de Estados Unidos. Por fin, el 7 de agosto de 1942, la 1ª División de Marines, bajo el mando del general Vandergrift, desembarcó en Guadalcanal.


Tanto estadounidenses como japoneses estaban convencidos de que podrían lograr la victoria en Guadalcanal. Uno de los oficiales de la 1ª División de Marines, el teniente coronel Frank Goettge, que estaba al frente del servicio de inteligencia de la división de Vandergrift, creía que la situación de los japoneses era desesperada y que estaban a punto de rendirse.


Goettge se reunió con Vandergrift en el destructor Southard. Allí, Goettge le dijo que los japoneses podían rendirse de forma inminente, que languidecían en la jungla y sucumbían por culpa de la hambruna. Vandergrift dudó que los japoneses quisieran rendirse. Pero Goettge aseguró que sus informaciones procedían de un prisionero japonés y que había soldados nipones cerca del río Matanikau que tenían intención de deponer las armas.


Finalmente, Vandergrift autorizó a Goettge a comprobar si aquellas informaciones eran ciertas. Goettge se dispuso a reunir a los hombres que necesitaba para su pequeña patrulla. El oficial de inteligencia pretendía utilizar al pelotón del sargento Caccia para su arriesgada misión. Cuando fue a ver a Caccia, encontró al sargento tendido bajo una mosquitera con el pie terriblemente hinchado a causa de una picadura de araña.


Goettge no podía contar con el pelotón de Caccia, por lo que se fue en busca de otra unidad. Caccia y sus hombres no sabían de lo que acababa de salvarles la picadura de aquella araña.


Bien entrado el 12 de agosto de 1942 Goettge y su patrulla subieron a bordo de una lancha Higgins. Los infantes de marina tomaron tierra cerca del río Matanikau. Los marines marchaban acompañados por el prisionero japones, que iba atado por el cuello. Parte de la patrulla se internó para realizar un reconocimiento. Cuando los marines se acercaban a la aldea de Matanikau, se toparon con un destacamento enemigo. El teniente coronel Goettge murió en el enfrentamento con el destacamento nipón. Los norteamericanos podrían haber tratado de escapar en direción sur u oeste, pero se retiraron para unirse con el grueso de la patrulla y establecieron un perímetro defensivo en la orilla. Un nutrido fuego de fusilería, combinado con los incesantes destellos de las ametralladoras y el retumbar de las granadas de mortero cayeron sobre los hombres de Goettge. Dos marines consiguieron burlar el cerco enemigo para pedir ayuda, pero para cuando llegaron a su destino, ya era tarde para la patrulla de Goettge.


Tan solo tres infantes de marina lograron escapar de la masacre. Para sobrevivir, aquellos tres marines se habían visto obligados a esconderse entre el agua y los cuerpos sin vida de sus compañeros de armas. Con las manos cortadas por el tacto afilado del coral, consiguieron alcanzar las líneas de la 1ª División de Marines. Frank L. Few, uno de los supervivientes, profundamente conmocionado, narró lo ocurrido. Había visto a los japoneses mutilando a los heridos con espadas.


La historia de la patrulla de Goettge llegó a oídos de los marines que luchaban en Guadalcanal. La indignación y la ira cundieron entre los norteamericanos. A partir de ese momento, los estadounidenses sabían que se enfrentaban a una guerra marcada por el salvajismo y en la que los japoneses preferían la muerte a la deshonra de la rendición.


Pese al holocausto sufrido por la pequeña fuerza de Goettge, tras feroces luchas en Guadalcanal, los marines lograron prevalecer y ante la imposibilidad de expulsar a los estadounidenses, las tropas japonesas terminaron abandonado la isla en febrero de 1943. Aquella insignificante isla, perdida en el archipiélago de las Salomón, se había convertido en el escenario de un punto de inflexión en la guerra del Pacífico. Tras la victoria de los marines en Guadalcanal, las tornas de la guerra habían cambiado.

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