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Las heridas que padece el soldado no solo son físicas. Más allá de los destrozos provocados por las balas y la metralla, el día a día en el frente es particularmente duro para cualquier combatiente y en especial, en un conflicto como fue la Segunda Guerra Mundial. La exigencia física y mental de los combates termina por exprimir al máximo a cualquier ser humano. El frío, la lluvia, el barro, el estruendo de la artillería y el constante miedo a morir terminan por mermar la resistencia mental del soldado.
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