Probablemente la batalla de Kohima sea uno de los asedios más duros y épicos de la Segunda Guerra Mundial. En semejante infierno los hombres luchaban cuerpo a cuerpo, cubiertos de barro, extenuados y heridos, mientras la fetidez de los cuerpos en estado de descomposición y el hedor acre de la pólvora reinaban en el ambiente. En aquella pesadilla merece la pena recordar las hazañas de John Harman, un soldado cuyas acciones en Kohima le valieron la Cruz Victoria.