La fría mañana del domingo 29 de abril de 1945, con los cielos cubiertos sobre sus cabezas, las tropas de la 45ª División de Infantería de Estados Unidos, en su avance hacia Munich se acercaban hacia Dachau. Los estadounidenses siguieron una vía férrea. Un total de 39 vagones permanecían inmóviles en la vía muerta. En los vagones y en los alrededores, yacían los cuerpos inertes de 2.310 seres humanos.
Los soldados de infantería, al presenciar semejante horror, no pudieron evitar romper a llorar. Cuatro hombres de las Waffen-SS abandonaron su escondrijo levantando las manos en señal de rendición. Un teniente, furioso por la masacre que acababa de presenciar, desenfundó su pistola y vació su cargador sobre los SS. Un segundo estadounidense remató a los SS mientras emitían sus últimos lamentos agónicos.
Los norteamericanos se internaron en el campo a través de la puerta lateral, mientras los prisioneros gritaban junto a la valla. Los cautivos, enfurecidos, se percataron de la presencia de miembros de las SS disfrazados con uniformes de prisioneros, por lo que les persiguieron e incluso les descuartizaron. Sedientos de venganza por un brutal cautiverio en aquel infierno que era Dachau, los reclusos no mostraron compasión con los guardias.
Los furibundos hombres de la 45ª División de Infantería situaron a los guardias alemanes contra un muro. Un ametrallador abrió fuego contra los guardias, más soldados se sumaron a la matanza. Solo la llegada de un oficial puso fin a la tormenta de plomo con la que acribillaron a los SS. La ejecución había dejado 17 muertos. Tal era la ira que sentían los estadounidenses, que el cirujano del batallón no accedió a atender a los guardias heridos.
A su vez, fuerzas de la 42ª División de Infantería se aproximaban al campo de Dachau. Pasaron ante el espeluznante cartel que rezaba "El trabajo os hará libres". Los prisioneros, exaltados, quebraron una valla de alambre de acero, sin embargo, muchos quedaron electrocutados.
Los estadounidenses hicieron salir a 16 guardias de una torre próxima al canal del río Würm. Fueron desarmados y les dispusieron de tal manera que formasen dos filas. Posteriormente, los hombres de la 42ª y de la 45ª División los fusilaron.
Un inspector del 7º Ejército de Estados Unidos se desplazó hasta Dachau para comprobar si los rumores sobre ejecuciones de alemanes eran ciertos. Eisenhower ordenó que las atrocidades fueran investigadas. El informe del inspector afirmaba que al menos 28 guardias habían sido ejecutados tras su rendición en Dachau, al tiempo que recomendaba formar consejo de guerra a cuatro soldados estadounidenses. Sin embargo, no se llegaron a formular acusaciones. Como un fiscal del ejército de Estados Unidos afirmaba, aquello constituía una violación de la carta de derecho internacional, pues los SS habían sido ejecutados sin juicio previo. Sin embargo, la investigación de las matanzas quedó reducida a un simple informe.
Entre los estadounidenses hubo quienes, como el general Haislip, que excusando las ejecuciones sumarias, afirmaron que lo ocurrido en Dachau era fruto del holocausto presenciado por los soldados y del intenso desgaste causado por más de 30 días de combates ininterrumpidos.