Marcel Petiot nació en Auxerre en 1897 y ya durante su infancia dio muestra de su crueldad. Torturaba a los animales, arrancándoles los ojos cuando estaban vivos y mutilándolos. Sus fechorías no quedaron ahí, también comenzó a llevar a cabo una serie de hurtos, robando la correspondencia de los buzones.
Sirvió en la Primera Guerra Mundial y lo vivido en el frente provocó que tuviese que ser ingresado en un sanatorio.
Dotado de una gran inteligencia, Petiot obtuvo el título de Medicina en 1921, logrando posteriormente ejercer como médico. Ya en 1927 su carrera política le llevó a ser alcalde de Villeneuve-sur-Yonne. En aquella localidad se casó y tuvo un hijo. A pesar de ser alcalde, su comportamiento no resultó ser precisamente ejemplar, pues fue acusado del robo en unos almacenes en su ciudad y de malversación de fondos. Tales acusaciones le obligaron a dejar la alcaldía.
Una de las pacientes de Petiot sufrió robos y fue asesinada. Los rumores no tardaron en señalar a Petiot como autor del crimen. También otra mujer que le acusó de convertir a su hija en morfinómana terminó desapareciendo.
La situación se hacía insostenible para Petiot en Villeneuve-sur-Yonne, por lo que abandonó la ciudad y se trasladó a París. Una vez instalado en la capital francesa, abrió su consultorio. Su cleptomanía le impulsó a robar un libro, lo que le valió un arresto. Pero Petiot evitó la cárcel al ser declarado enfermo mental y terminó siendo ingresado en una clínica psiquiátrica.
Con la Segunda Guerra Mundial en marcha, fue procesado por tráfico de drogas. El propio Petiot, que era morfinómano, logró ser lo suficientemente hábil en el juicio como para salir indemne.
Las circunstancias que se daban en la ocupación alemana de Francia propiciaron un contexto ideal para los crímenes de Petiot. Cuatro hombres recorrían los cafés de París buscando a personas que trataban de huir de las autoridades de ocupación y ponían en contacto a los fugitivos con Petiot.
Así pues, Petiot se las ingeniaba para atraer a su casa a judíos ricos, a quienes prometía ayudarles a huir a Argentina. Petiot decía a sus víctimas que debía administrarles una vacuna para protegerse de las enfermedades infecciosas que podían contraer en Argentina, no obstante, les inyectaba cianuro y les robaba sus pertenencias. Sin embargo, se demostró que los cuatro hombres que frecuentaban los cafés parisinos no sabían de la suerte de las víctimas de Petiot, al igual que la mujer y el hijo de Petiot.
Su primera víctima fue un peletero polaco llamado Joachim Gusbinov. El segundo hombre en caer fue el médico Paul Braunberger y posteriormente, Petiot asesinó a toda una familia: los Kneller.
El 11 de marzo de 1944 un maloliente humo negro emanaba de la chimenea de la casa de Marcel Petiot. Al ver llamas saliendo por la chimenea, los bomberos acudieron al lugar y entraron por el sótano, descubriendo numerosos cuerpos mutilados. La policía acudió e interrogó a Petiot, que dijo que los cadáveres eran de su propiedad. También alegó que los cuerpos inertes eran de alemanes y colaboracionistas y que se los había entregado la resistencia para que se deshiciese de ellos. La policía, satisfecha con las explicaciones de Petiot, no alertó a las autoridades alemanas, sino que le felicitó por su patriotismo.
Poco después, Petiot optó por huir con su esposa y su hijo. La policía terminó de percatarse de que no eran cadáveres de colaboracionistas y alemanes, sino que correspondían a judíos desaparecidos en extrañas circunstancias. Incluso las autoridades alemanas ordenaron la detención de Petiot.
La policía continuó investigando su domicilio a fondo, hallando cuerpos en estado de descomposición en un pozo con cal viva situado en el garaje de su casa. También encontraron ciento cincuenta kilos de tejido corporal calcinado.
Entonces, Petiot, cometió un error. El asesino, utilizando un nombre falso, comenzó a escribir cartas al periódico Résistance en las que afirmaba que era la Gestapo quien había dejado los cuerpos en su casa. Pero Petiot no había modificado su caligrafía y por ello fue descubierto. Este fallo permitió que fuese detenido el 2 de noviembre de 1944.
El 15 de marzo de 1945 comenzó el juicio a Marcel Petiot. Antes de que tuviese lugar el proceso judicial, Petiot dijo a los guardias que le vigilaban en prisión: “No dejen de acudir a mi juicio. Va a ser maravilloso y todo el mundo va a reír.”
Tras tres semanas de juicio, Marcel Petiot fue declarado culpable y el 26 de mayo de 1946 murió guillotinado. Antes de morir dijo a quienes se disponían a presenciar su ejecución: “Señores, les ruego que no miren. No va a ser bonito.”
El sanguinario Petiot había llegado a asesinar a 63 personas y de los doscientos millones de francos que se cree que robó a sus víctimas no quedó ni rastro.