Alrededor de 70 españoles formaron parte de los comandos británicos que operaron en Oriente Medio. Con la derrota del ejército republicano en 1939, estos hombres abandonaron España.
Así pues, con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, se alistaron en el ejército francés, sirviendo en el 11º Batallón de Marcha, que fue enviado a Líbano. Una vez allí, fue incorporado al 6º Regimiento de la Legión Extranjera.
En junio de 1940, las fuerzas alemanas irrumpieron de manera arrolladora en Europa occidental, precipitando la caída de Francia. Con la derrota de Francia, muchos oficiales franceses propusieron huir a Palestina para continuar la lucha junto a los británicos. Sin dudarlo un instante, los españoles decidieron escapar a Palestina para proseguir la lucha. A pesar de que algunos españoles fueron detenidos por la gendarmería, un total de 70 lograron alcanzar Palestina.
No eran los únicos que deseaban luchar junto a los ingleses, pues también había checos, yugoslavos, griegos, polacos, franceses y soldados norteafricanos que querían sumarse a la causa aliada.
Inicialmente se optó por destinar a los españoles al Cuerpo de Pioneros, que se encargaba de labores logísticas y de vigilancia. Pero la intención de los españoles era la de combatir al Tercer Reich. Por ello, poco después se decidió enrolarlos en el comando Nº50 del teniente coronel A. D. Young. Al mando de los españoles estaba un oficial canadiense, el capitán Robert L. McGibbon. Así pues, la compañía quedó compuesta por 70 españoles y 50 británicos.
Entre estos comandos se encontraba el sargento Trancho, oriundo de Barakaldo, quien había demostrado gran talento en el balompié y en el desierto entretenía a la tropa con sus canciones catalanas y castellanas. Los soldados británicos escuchaban cantar a Trancho con gran atención pese a no tener ni idea de español ni de catalán.
Los españoles demostraron grandes habilidades como soldados. Eran hombres muy sigilosos, mucho menos ruidosos que los británicos. Tal era su pericia que efectuaban demostraciones para enseñar a los aspirantes cómo debía actuar un comando. Estos hombres, pese a los prejuicios de algunos oficiales, se mostraron entusiastas durante su entrenamiento en las proximidades del Canal de Suez. Existía un gran espíritu de camaradería entre ellos.
En Egipto se entrenaron en marchas largas por el desierto, provistos con exiguas cantidades de agua y alimentos. Es más, incluso aprendieron a montar en camello.
Los comandos de Oriente Medio habían sido creados con el propósito de golpear en las retaguardias del Eje en el norte de África y en las islas del Mediterráneo oriental. Así, mientras en octubre de 1940 se disponían a lanzar un golpe de mano contra la base italiana de Bomba en Libia, este ataque terminó siendo cancelado.
Tras una temporada relativamente tranquilos, la desesperada situación en Grecia requería de los servicios de los comandos. Los alemanes habían emprendido la Operación Merkur, la invasión de Creta. Esta isla era tenía un gran valor estratégico en el Mediterráneo. Conscientes de ello, los alemanes efectuaron lanzamientos masivos de paracaidistas y planeadores sobre Creta.
Ante la apurada situación militar británica, los comandos desembarcaron en Creta entre el 26 y el 27 de mayo de 1941. La misión del batallón D de los comandos consistía en proteger la retirada británica y griega en Skafia.
Tropas aerotransportadas alemanas saltan sobre la isla griega de Creta.
A medida que transcurría el tiempo, la posición británica en Creta se deterioraba. De las cinco compañías, cuatro deben proceder a la retirada, siendo cubiertas por la compañía española. El comandante en jefe de los comandos en Creta, el teniente coronel Robert Laycock, protestó por esta decisión, pues sabía que estos hombres no tardarían en ser rodeados y aniquilados. Sin embargo, sus protestas cayeron en saco roto.
Robert Laycock, un guerrero y un caballero. Uno de los oficiales de comandos más destacados de la Segunda Guerra Mundial.
Un destacamento de soldados maoríes se sumó a los comandos españoles. Estos hombres debían hacer frente a los paracaidistas y a las tropas de montaña alemanas. La derrota británica era inevitable y los comandos españoles no sabían hablar inglés. Sabían que si eran capturados no podrían fingir ser ingleses, por lo que, como republicanos españoles, serían fusilados. Así pues, su coartada se basaba en fingir ser gibraltareños.
Los alemanes atacaron con contundencia, las tropas de la 5ª División de Montaña se lanzaron al asalto apoyadas por artillería, morteros y aviones. La compañía de comandos peleó con arrojo, defendiéndose encarnizadamente y con el capitán McGibbon resultando herido. Tal fue la resistencia de la compañía que uno de los oficiales alemanes quedó impresionado por cómo podían haber resistido el ataque durante tanto tiempo. Solo un puñado de supervivientes lograron escapar de Creta y llegar a África.
Los españoles prisioneros, temían ser ejecutados por ser republicanos. No obstante, los alemanes les trataron según lo dispuesto por la Convención de Ginebra. Como prisioneros de guerra, fueron enviados a campos en Polonia y Alemania. Las circunstancias se tornaron especialmente duras durante los últimos meses de la guerra debido al frío y a la falta de alimentos. Finalmente fueron liberados por el ejército soviético.
Los comandos españoles que lograron sobrevivir al desastre de Creta fueron destinados al denominado First Special Regiment, que trabajaba conjuntamente con el Long Range Desert Group (LRDG). Estas unidades recorrían grandes distancias a través del desierto para llevar a cabo golpes de mano en las retaguardias del Afrika Korps. Con el transcurso del tiempo, el Special Air Service (SAS) terminó por absorber a los comandos de Oriente Medio.