Hitler preparaba una jugada maestra que le permitiese negociar la paz con los aliados, para de ese modo, poder volcarse en exclusiva en su lucha contra su enemigo más odiado: la Unión Soviética. Para ello, las fuerzas alemanas debían llevar a cabo un devastador contraataque en el frente occidental, rompiendo las líneas estadounidenses en las Ardenas y alcanzando su objetivo final: la ciudad portuaria de Amberes, en Bélgica. Logrando alcanzar Amberes, se suponía que los ejércitos aliados serían divididos en dos y en consecuencia serían aniquilados.
Los generales alemanes desaconsejaron a Hitler emprender tal contraofensiva, pues consideraban que los recursos de los que disponían eran insuficientes para emprender un contragolpe de tal magnitud. De hecho, el mariscal de campo Von Rundstedt llegó a afirmar: “¿Amberes?, ¡Si conseguimos llegar al Mosa tendremos que arrodillarnos y dar gracias a Dios!”. A pesar de las reticencias de sus generales, Hitler decidió seguir adelante con sus planes. La operación se bautizó con el engañoso nombre de “Guardia en el Rin”.
Hitler tenía gran confianza en sus nuevos tanques Panther, Tiger I y Tiger II, por no hablar de los potentes cazas Messerschmitt Me 262, los primeros aviones de combate a reacción. También consideraba que sus misiles V-1 y V-2 podían tener una espectacular contribución en la derrota de los aliados.
Para tal cometido se seleccionó al 6º Ejército Blindado de las SS, que avanzaría en el sector septentrional de la ofensiva, mientras que el 5º Ejército Blindado atacaba por el centro y el 7º Ejército se ocupaba de proteger el flanco sur. El sector en el que debían golpear era las Ardenas (Bélgica), el punto más débil de los aliados, únicamente guarnecido por las 4 divisiones que integraban el 8º Cuerpo de Estados Unidos. Por su parte, los alemanes confiaban en que las malas condiciones climatológicas previstas para la ofensiva anulasen la superioridad aérea aliada.
El 16 de diciembre de 1944 comenzó la batalla de las Ardenas. Precedidas por una masiva descarga de artillería, las tropas alemanas se lanzaron en un fulgurante avance. Los estadounidenses, sorprendidos, eran incapaces de detener la avalancha enemiga, cediendo grandes extensiones de terreno y en ocasiones, rindiéndose en gran número.
El avance alemán llegó a ser especialmente preocupante en el sector sur de las Ardenas, donde el 5º Ejército Blindado se enfrentaba a la castigada 28ª División de Infantería. La ofensiva germana amenazaba la estratégica localidad de Bastogne. En dicha población confluían siete carreteras. Era evidente que Bastogne era una encrucijada vital para los alemanes.
Consciente del peligro que se cernía sobre los estadounidenses en las Ardenas, el general Eisenhower, como comandante en jefe de las fuerzas aliadas en Europa, movilizó a sus reservas disponibles más cercanas: las divisiones aerotransportadas 101ª y 82ª. Estas dos divisiones constituían la élite del ejército de los Estados Unidos y por ello fueron seleccionadas para contener la contraofensiva germana.
Soldados de la 101ª División Aerotransportada en las inmediaciones de Bastogne.
Escasos de ropa, municiones y suministros, los hombres de la 101ª División Aerotransportada fueron puestos en alerta, dejando atrás sus apacibles cuarteles de invierno de Mourmelon-le-Grand (Francia). El 18 de diciembre partieron hacia Bastogne. Los hombres de la aguerrida 101ª División Aerotransportada ignoraban que estaban a punto de enfrentarse al mayor desafío de sus vidas.
Al llegar a Bastogne, los paracaidistas de la 101ª División Aerotransportada contemplaron con vergüenza cómo un gran tumulto de soldados de infantería magullados y desmoralizados se retiraba, arrojando sus armas, desmoralizados y haciendo comentarios derrotistas. Los paracaidistas ignoraron a los aterrados infantes y les despojaron de sus armas y municiones, dispuestos a defender Bastogne a toda costa.
La división había sido movilizada de manera tan apresurada que no había sido posible abastecerla de las armas, municiones y suministros médicos necesarios. Tal había sido la sorpresa alemana en las Ardenas que el general Taylor, el comandante en jefe de la 101ª División Aerotransportada se hallaba en Washington. En semejante tesitura, fue el general de brigada McAuliffe (a la izqquierda en la imagen que encabeza el artículo) quien tuvo que asumir el mando de la división. Durante el asedio a Bastogne, McAuliffe haría gala de una gran determinación.
La defensa de Bastogne se organizó de la siguiente manera: el 501º Regimiento de Infantería Paracaidista tomó posiciones a ambos lados de la carretera que iba de Magéret a Longvilly, a su vez, el 502º Regimiento se ocupó de organizar una línea defensiva que iba de Champs a Recogne, mientras el 506º se ocupaba de resistir en Noville y el 327º Regimiento de Infantería de Planeadores se encargaba de la defensa del sector occidental de Bastogne.
Como apoyo adicional, la 101º División Aerotransportada contaba con 40 tanques Sherman del Grupo de Combate A de la 10ª División Acorazada, un batallón de destructores de tanques, varios obuses de 155 milímetros y los soldados rezagados que se habían sumado a la defensa del perímetro de Bastogne.
A lo largo de los días 19 y 20 de diciembre de 1944, tanto el 1º Batallón del 506º Regimiento como el Grupo de Combate Desobry, se batieron con gran fiereza contra las fuerzas alemanas en la localidad de Noville. La decidida defensa de aquella reducida fuerza ocasionó un severo desgaste para los atacantes alemanes y brindó al resto de la 101ª División Aerotransportada el tiempo necesario para organizar un perímetro defensivo.
A medida que transcurría el tiempo las condiciones se tornaban cada vez más duras para los defensores de Bastogne. Un manto blanco de nieve cubrió las Ardenas y el 21 de diciembre de 1944 la 101ª División Aerotransportada quedó rodeada. Para mayor desgracia de los aliados, los alemanes capturaron el hospital y con los suministros médicos y buena parte del personal sanitario. Los cielos estaban cubiertos y el mal tiempo imposibilitaba el abastecimiento de los estadounidenses desde el aire. Los hombres del general McAuliffe, enterrados como topos en sus pozos de tirador entre los bosques de Bastogne estaban contra las cuerdas. Todo lo que tenían eran sus fusiles y a sus compañeros de armas.
Las reservas de alimenticias escaseaban en Bastogne y uno de los elementos fundamentales en la dieta del soldado estadounidense fueron las alubias blancas, que según el sargento Rader, uno de los supervivientes de la batalla provocaron “explosiones gastrointestinales que merecía la pena contemplar”.
Los alemanes sondearon el perímetro estadounidense en diferentes puntos, pero sin atacar decididamente concentrando toda su fuerza en un único lugar, por lo que no lograron quebrar las defensas norteamericanas. Con la 2ª División Panzer recibiendo órdenes de avanzar hacia el oeste, el peso del ataque contra Bastogne quedó en manos de la 26ª División de Volksgrenadier, que contaba con el apoyo de un regimiento de la División Panzer Lehr.
Desquiciados por la decidida defensa de la 101ª División Aerotransportada, el general Lüttwitz hizo una oferta de rendición a los estadounidenses el día 22 de diciembre de 1944. La negativa de McAuliffe a rendirse fue tajante, de ahí su célebre respuesta: NUTS!
Por fortuna para la 101ª División Aerotransportada, el 23 de diciembre los cielos quedaron despejados y los estadounidenses escucharon el zumbido de los aviones pasando por encima de sus cabezas. Multitud de puntos brotaron de los aviones, los paracaídas se desplegaban y los pertrechos cayeron sobre las posiciones de los ateridos norteamericanos. Aquel abastecimiento aéreo sembró la esperanza en los paracaidistas y constituyó toda una inyección de moral.
Los defensores de Bastogne son abastecidos desde el aire.
El 24 de diciembre de 1944, la Luftwaffe bombardeó Bastogne sin piedad. Los alemanes sabían que el 3º Ejército de Patton se había puesto en marcha para rescatar a los defensores de Bastogne y era imperativo capturar tan vital nudo de carreteras.
El día de Navidad, la 26ª División Volksgrenadier, reforzada por un Grupo de Combate de la 15ª División Panzergrenadier lanzó un brutal ataque que estuvo cerca de destrozar las defensas estadounidenses en Bastogne. Los paracaidistas respondieron al ataque haciendo un uso de lo más eficiente de sus fusiles, ametralladoras, bazucas y sobre todo de su artillería pesada. El valor de los soldados de la 101ª División Aerotransportada y el buen uso que hicieron de sus cañones de 155 milímetros fueron claves a la hora de repeler los asaltos alemanes. Prueba de ello fueron las cuantiosas pérdidas en carros de combate que padecieron los alemanes aquel aciago 25 de diciembre de 1944.
Los tanques del 37º Batallón de la 4ª División Acorazada del general Patton, dirigidos por el teniente coronel Creighton Abrams lograron enlazar con la 101ª División Aerotransportada el 26 de diciembre de 1944, poniendo así fin al cerco a Bastogne. Un día después, las comunicaciones entre el 3º Ejército de Patton y la 101º División Aerotransportada habían sido reestablecidas por completo. La ciudad se había salvado y los paracaidistas estadounidenses, habían sido un valiente puntal para los aliados en el flanco sur de la batalla de las Ardenas.
El primero de los tanques de Patton en llegar a Bastogne.
Los soldados de la 101ª División Aerotransportada creyeron que tras resistir un implacable asedio de invierno serían relevados. Para su desgracia, tuvieron que continuar combatiendo, capturando en enero de 1945 el bois Jacques y las localidades de Noville, Foy y Rachamps, todas ellas situadas al norte de Bastogne. También al noreste de Bastogne efectuaron progresos, conquistando Bourcy el 17 de enero y siendo reemplazados un día después. Los alemanes habían sido devueltos a sus puntos de partida y para aquel entonces, ya no llevaban la iniciativa en las Ardenas.
En la campaña de las Ardenas, la 101ª División Aerotransportada, con su férrea determinación de resistencia y una valentía sin igual, escribió una de las más épicas páginas en la Historia Militar.