El 6 de marzo de 1945, un grupo de paracaidistas del 2SAS saltó en paracaídas para tomar tierra al sur de Reggio. Si bien, el oficial al mando, el mayor Roy Farran había recibido órdenes de quedarse en Florencia para dirigir a sus SAS, éste ignoró sus instrucciones. En su lugar, después afirmó que había caído del avión por equivocación.
Una vez en territorio enemigo, los soldados británicos del SAS debían cooperar con los partisanos italianos para hostigar a los alemanes. Ahora bien, la fuerza de combate que había reunido Farran era un tanto heterogénea, por no decir peculiar. Italianos de muy diversas convicciones políticas y un buen número de rusos. La vestimenta de tan pintorescas tropas era de lo más variopinta, pues marchaban ataviados con uniformes muy distintos.
Así pues, SAS, partisanos italianos y rusos, cooperarían para atacar sin tregua a los alemanes en el norte de Italia en el marco de la Operación Tómbola. Si bien los primeros ataques no resultaron muy exitosos, el mayor Farran creía que su tropa debía ser dotada de armas, municiones, raciones y uniformes. Había que levantar la moral de su singular ejército.
De los cielos llovió un gaitero escocés en paracaídas. Era David Kirkpatrick, de la Infantería Ligera de las Tierras Altas. También recibieron un cañón de 75 milímetros.
Mientras Farran instruía a su extravagante ejército, un atractivo objetivo llamó su atención. Se trataba del cuartel general del 51º Cuerpo alemán, situado en la localidad italiana de Albinea. Pero desde el 15º Grupo de Ejércitos del general Clark advirtieron a Farran que no atacase Albinea, pues los alemanes habían lanzado operaciones anti partisanos. Ignorando las órdenes, Farran siguió adelante con su plan de atacar el cuartel del 51º Cuerpo.
Ocultos en un establo a unos quince kilómetros de Albinea, Farran envió a dos mujeres italianas para obtener información. Después de coquetear con los soldados alemanes, ambas italianas informaron que todo transcurría con normalidad en Albinea.
En la noche del 27 de marzo, los hombres de Farran avanzaron hasta Albinea. El plan consistía en que los rusos evitasen la llegada de refuerzos alemanes, dos equipos del SAS asaltarían las casas donde se encontraban los alemanes, mientras que el resto de las fuerzas británicas junto con Farran y los partisanos italianos, proporcionaban cobertura. Una bengala marcaría el final de la operación y la retirada.
En el cuartel, ajenos a la tempestad de fuego que iba a desatarse, dormían entre otros el comandante en jefe del 51º Cuerpo y un jefe de división. Pasadas las dos de la madrugada, sonaron los disparos y la gaita de David Kirkpatrick. Inmediatamente, los guardias cayeron abatidos.
A pesar de la violencia y rapidez del asalto británico, no pudieron evitar que los alemanes terminasen dando la alarma en la casa de Villa Rossi. En medio de un furioso combate, los alemanes perdieron la planta baja, por lo que se atrincheraron en los pisos superiores. Cuatro hombres del SAS perecieron en sus intentos por hacerse con las plantas de arriba. Entonces, los alemanes intentaron huir, pero seis teutones murieron y otros dos se entregaron. Los partisanos italianos ejecutaron al instante a los prisioneros alemanes. Por último, los asaltantes se despidieron provocando un incendio en Villa Rossi.
Mientras tanto, en Villa Calvi también se combatía a sangre y fuego. Los hombres del SAS tuvieron problemas para irrumpir en la vivienda, lo que permitió a los alemanes ganar tiempo para preparar la defensa. La lucha entre las distintas estancias de la casa alcanzó una gran ferocidad y entre los muertos se encontraba el coronel Lemelsen, que mandaba el Estado Mayor. Tras disparar contra los pisos superiores, los asaltantes optaron por provocar un incendio.
Alertados del ataque, los refuerzos alemanes acudieron en ayuda de sus camaradas sitiados, pero los rusos actuaron con gran eficacia defensiva. Con la misión llegando a su fin, la fuerza de Farran se retiró a su campamento situado en el valle de Villa Minozzo.
Según Farran, unos sesenta alemanes habían muerto en su incursión en Albinea. El golpe de mano de partisanos y SAS había sembrado el pánico entre los alemanes, que se hallaban en estado de alarma.
Farran, a pesar de hacer caso omiso de las órdenes del 15º Ejército, había cosechado un gran triunfo. El comandante británico consiguió evitar un juicio militar por muy poco.
Pero las hazañas italianas de Farran y sus hombres aún no habían terminado. El 23 de abril de 1945, en el vado de Magreta, una columna enemiga de carros tirados por caballos, camiones y blindados se retiraba. Ocultos en las faldas de las montañas, los hombres de Farran aguardaron el momento propicio para atacar. Sobre las 14:30 horas cayó una tormenta de plomo y fuego sobre los alemanes. Fruto de la emboscada, trescientos alemanes perdieron la vida.
Queda claro que la audacia de Farran, combinada con una guerra de guerrillas bien dirigida y que no daba tregua al enemigo, contribuyó a forzar la retirada alemana de Italia.