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Operación Colossus, saltando en el corazón del territorio enemigo

Los paracaidistas británicos, con sus características boinas rojas, han sido considerado la élite del ejército. El salto sobre Normandía, la batalla de Arnhem o su papel en la Operación Varsity, han sido consideradas auténticas epopeyas. Sin embargo, su debut tuvo lugar en febrero de 1941, en el marco de la Operación Colossus.

Debido al éxito de las fuerzas aerotransportadas alemanas, el primer ministro británico Winston Churchill propuso que Gran Bretaña crease sus propias unidades aerotransportadas. Inicialmente se denominó a la unidad como Comando Nº2, pero más tarde pasaría a recibir el nombre de 11º Batallón SAS (Servicio Aéreo Especial).

De entre los hombres del 11º Batallón de Servicio Aéreo Especial, 38 paracaidistas serían seleccionados para la Operación Colossus, el bautismo de fuego de las fuerzas aerotransportadas británicas. Así, este grupo selecto de 38 hombres fue denominado Tropa X.

Se encomendó a los paracaidistas del mayor Pritchard la destrucción de un acueducto cerca de Calitri. Creía el mando británico que la destrucción de semejante construcción causaría importantísimos daños a los italianos, afectando a sus enemigos en frentes como los Balcanes o el norte de África. Sin embargo, el mando británico exageraba, pues habían sobrevalorado la importancia del acueducto.

Con luz verde para la Operación Colossus, los paracaidistas británicos se trasladaron hasta Malta. Una vez en la isla, se prepararon para partir hacia territorio italiano. Finalmente, el 10 de febrero de 1941, a bordo de bombarderos Whitley, la Tropa X se puso en marcha.

No obstante, el lanzamiento no resultó precisamente exitoso, dado que uno de los equipos tomó tierra demasiado lejos de sus zonas de aterrizaje. Para mayor dificultad de los paracaidistas, los mecanismos de lanzamiento de los bombarderos, congelados, no permitieron lanzar parte de los contenedores con el material y los suministros necesarios para cumplir con la misión.

A pesar de los contratiempos, los hombres de Pritchard, resueltos, marcharon hacia el acueducto. Una vez más, volvieron a toparse con nuevos problemas. El acueducto era de hormigón y no de ladrillo, lo que complicaría su destrucción. A pesar de ello y de una cantidad insuficiente de explosivos, el mayor Pritchard decidió que las cargas fuesen colocadas en el pilar occidental y en su contrafuerte.

Con la explosión, parte del acueducto fue destruido. Era el momento de escapar, pues debían alcanzar la costa para ser evacuados por el submarino HMS Triumph. Así pues, dejaron atrás a un hombre con el tobillo roto y se dividieron en tres grupos para tener más opciones. Sin embargo, la suerte no sonrió a los británicos, que fueron localizados y hechos prisioneros. Ni un solo hombre logró escapar.

Todos los paracaidistas, a excepción de uno, terminaron siendo enviados a un campo de prisioneros de guerra. El italiano Picchi, que había saltado con los británicos para servir como traductor, declarado culpable de traición, terminó siendo ejecutado.

No obstante, aunque hubieran conseguido llegar a la costa no habrían logrado escapar, pues el sumergible HMS Triumph no se hallaba en el punto de extracción. La razón se encuentra en que uno de los bombarderos Whitley sufrió problemas mecánicos mientras tomaba parte en una misión de distracción en Foggia. Todo ello le obligó a un aterrizaje forzoso, informando por radio de que su avión yacía en la desembocadura del Sele. Precisamente el lugar donde se había estrellado el bombardero Whitley coincidía con el punto de extracción de los paracaidistas de Pritchard. Por ello, preocupados por que los italianos hubieran detectado el mensaje, los británicos decidieron cancelar la extracción, retirando al submarino HMS Triumph.

 

 

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