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Operación Valquiria: objetivo Hitler

Los aliados progresaban combatiendo desde Normandía y en el frente oriental, las tropas soviéticas arrollaban a la Wehrmacht en el marco de la Operación Bagration. En este contexto, un oficial alemán, el coronel Clauss von Stauffenberg, como Jefe del Estado Mayor del Ejército de Reserva, planeaba un atentado contra el Führer y un golpe de estado para acabar con el régimen nazi.

Razonaban Stauffenberg y los demás conspiradores que, con Hitler muerto, tal vez pudiesen alcanzar una paz negociada con los aliados. Era imperativo poner fin a la guerra antes de que cientos de miles de alemanes lo pagasen con su vida.

A la izquierda de la fotografía se encuentra el coronel Stauffenberg, mientras que Hitler se encuentra a la derecha.

 

El modo en que condujo la guerra Hitler, así como la persecución y el exterminio de los judíos, impulsó a Stauffenberg a alzarse contra el Führer. Tras servir en el frente ruso, fue enviado al norte de África, donde fue herido, perdiendo un ojo, la mano derecha y dos dedos de la mano izquierda. Al igual que Stauffenberg, otros oficiales del ejército alemán habían intentado acabar con Hitler, como el general Tresckow, que intentó introducir una bomba en el avión del Führer. Sin embargo, los explosivos no estallaron. Afortunadamente para Tresckow, su primo, también oficial alemán, logró recuperar el paquete que ocultaba los explosivos, impidiendo que se descubriese el intento de magnicidio.

Stauffenberg ocupaba una importante posición en el ejército alemán, pues junto con el general Friedrich Fromm, dirigía el ejército de reserva, una fuerza creada para aplacar levantamientos. Así, con el general Olbricht a su lado, Stauffenberg comenzó a planear el asesinato de Hitler, el final de las SS y la caída del régimen nazi.

El Führer contaba con un plan denominado Valquiria, que se pondría en marcha con el fin de aplastar insurrecciones. Precisamente Stauffenberg pretendía aprovecharse de aquel plan para acabar con Hitler y dar un golpe de estado. Stauffenberg y su grupo de conspiradores trataron de recabar el apoyo del general Fromm, quien no se comprometió a participar en el golpe y se mostró ambiguo.

Transcurrían los días y los aliados se abrían camino desde Normandía. El propio Stauffenberg fue convocado por Hitler en la Guarida del Lobo (Prusia Oriental) respecto al papel que debía jugar el ejército de reserva. La idea de los conspiradores consistía en introducir una bomba de relojería oculta en un maletín para acabar con Hitler.

Acompañado por su asistente, el teniente Werner von Haeften, Stauffenberg partió en avión desde Berlín, rumbo al cuartel general de Hitler en Prusia Oriental. La reunión se había fijado a las 12:30 horas del 20 de julio de 1944 y, en medio de un día caluroso, Stauffenberg pidió una habitación para cambiarse de camisa. Ayudado por Haeften, Stauffenberg se dispuso a activar las cargas explosivas. Para ello, debían romper con unas tenazas una ampolla de ácido que consumiría el cable del detonador, lo que terminaría por producir una explosión. Trabajando bajo presión y siendo convocados a la reunión de forma apresurada, solo pudieron dejar operativa una de las cargas.

Stauffenberg, con un parche en el ojo que había perdido, se hallaba muy próximo al Führer. Tras incorporarse a la reunión, dejó la maleta con las cargas explosivas bajo la mesa, lo más cerca posible de Hitler. El tiempo corría y Stauffenberg debía abandonar la estancia a tiempo. Poniendo como excusa que debía hablar con Berlín, Stauffenberg dejó la sala mientras Hitler continuaba escuchando los informes de sus generales.

Pero, mientras Stauffenberg trataba de escabullirse, el coronel Heinz Brandt dio un golpe a la maleta con los explosivos, haciéndola caer. Brandt recogió la maleta y la alejó del Führer, dejándola tras una de las gruesas patas de madera de la mesa.

A las 12:42 horas los explosivos estallaron, sumiendo la estancia en una enorme nubarrada de humo. El coronel Stauffenberg y el teniente Haeften, creyendo que Hitler estaba muerto, abandonaron la Guarida del Lobo y se dirigieron a Berlín. Así, ambos oficiales se las arreglaron para pasar inadvertidos ante los puestos de guardia. La realidad era bien distinta de lo que creían Stauffenberg y Haeften, puesto que el Führer estaba vivo.

En Berlín, el general Fellgiebel puso en marcha el golpe de estado con la palabra “Valquiria”. Comenzaron a llegar informaciones a Berlín de que Hitler había sobrevivido a la explosión, por lo que el general Fromm se negó a sumarse al golpe de estado. Los golpistas parecían haber alcanzado cierto nivel de éxito, pero cuando el comandante Remer se disponía a detener al ministro Goebbels, escuchó por teléfono la voz del Führer, que le informó que estaban ante un golpe de estado.

Efectos de la destrucción provocada por el atentado contra Hitler del 20 de julio de 1944.

 

Con las tropas leales al régimen nazi irrumpiendo en el cuartel del ejército de reserva, los conspiradores fueron apresados. El general Fromm permitió que el general Beck se suicidase, pero ordenó la ejecución inmediata ante un pelotón de fusilamiento de oficiales como Stauffenberg, Haeften y Olbricht.

La represión fue salvaje, con numerosos conspiradores ejecutados e incluso colgados de ganchos y estrangulados para darles una muerte más agónica. De hecho, se involucró en la conspiración al mismísimo mariscal de campo Erwin Rommel, conocido como el zorro del desierto por sus gestas militares en el norte de África. De este modo, se dio a elegir a Rommel entre la ejecución y el suicidio. El célebre Rommel optó por quitarse la vida.

El mariscal de campo Erwin Rommel inspecciona las defensas de Normandía.

 

El general Tresckow, que también había intentado atentar contra Hitler, antes de suicidarse, tenía el convencimiento de haber hecho lo correcto, pues veía en el Führer veía un gran enemigo de la humanidad.

Con Valquiria fracasada, le esperaba un destino funesto a Alemania. Reducida a ruinas por los bombardeos, se enfrentaba a una invasión desde el este y desde el oeste, con un Hitler que prefería ver su país destruido a capitular ante sus enemigos.

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