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Las armas de la Venganza de Hitler

Con la Segunda Guerra Mundial tomando un derrotero muy peligroso para Alemania, Hitler fantaseaba con armas milagrosas con las que poder dar un vuelco al conflicto. Los alemanes habían llevado a cabo importantes investigaciones para crear las denominadas armas de la venganza (Vergeltungwaffen), que no eran otra cosa que los cohetes V-1 y V-2.

La complejidad para conseguir estos misiles balísticos fue la causa de que Alemania solo pudiese tenerlos en su arsenal en 1944, cuando las derrotas germanas se sucedían una detrás de otra. Así, poco después de que las tropas aliadas desembarcasen en Normandía, los alemanes dispararon sus primeros misiles V-1 sobre la ciudad de Londres. Ahora bien, los misiles V-1 tenían un limitado alcance (unos 250 kilómetros) y su velocidad hacía que pudiesen ser destruidos por los cazas o por el fuego antiaéreo.

De hecho, estas armas no habían sorprendido a los aliados. En este sentido, hombres como el científico Reginald Victor Jones, ya sabían de este tipo de armas gracias a importantes filtraciones como el Informe Oslo. A pesar de sus limitaciones técnicas, los misiles V-1 causaron importantes daños en el centro de Londres, sin olvidar que también fueron lanzados sobre otras localizaciones como la ciudad belga de Amberes. Así pues, se calcula que estos misiles provocaron unas 50.000 bajas.

El V-1.

Pero, en septiembre de 1944 irrumpió un nuevo misil en la Segunda Guerra Mundial. Se trataba del V-2, mucho más veloz que su predecesor, lo hacía mucho más complicado interceptarlo. A pesar de todo, su alcance volvía a resultar un hándicap, pues no podían ser disparados para alcanzar objetivos enemigos en las lejanas retaguardias enemigas a miles de kilómetros. Por ello, los V-2 solo pudieron ser utilizados para bombardear Gran Bretaña, Francia y Bélgica. Sin embargo, los ataques con cohetes V-2 tuvieron un efecto desdeñable en el conjunto de la guerra.

Misil balístico V-2 capturado.

Estos misiles fueron una creación del científico alemán Wernher von Braun, quien, para progresar, se unió al Patido Nazi. Curiosamente, tras la Segunda Guerra Mundial, Wernher von Braun, considerado un elemento valioso por sus conocimientos, terminaría prestando servicios para los estadounidenses.

Wernher von Braun.

 

Pero, lo verdaderamente dramático fue la espeluznante cantidad de personas que murió fabricando aquellas armas de la venganza. En escenarios de pesadilla como el campo Dora, bajo tierra, aquejados por enfermedades como la disentería, la falta de alimento y víctimas de un trato cruel de sus guardianes, unos 20.000 seres humanos perdieron la vida.

Las instalaciones de fabricación de cohetes de Peenemúnde, un enclave bañado por las aguas del Báltico, se habían erigido bajo tierra, para protegerlas de los ataques aéreos y ya a finales de 1943 los primeros prisioneros comenzaron a trabajar.

Las condiciones de quienes trabajaron en la fabricación de los V-2 fueron deleznables. Prueba de ello fue lo vivido por los internos del campo Dora, que trabajaban bajo las órdenes del despiadado SS Hans Kammler. Los prisioneros vivían en alojamientos fríos, lúgubres y con terribles condiciones de salubridad, sin olvidar que realizaban agotadores turnos de 15 horas, llegando a caer exhaustos antes de llegar a sus camas. De hecho, se calcula que, por cada cohete producido, fallecieron 2 prisioneros.

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