Entre la India británica y Rusia se hallaba Afganistán, una nación que alterna zonas semidesérticas y montañas. A esta compleja orografía hay que añadir un clima hostil, con veranos muy calurosos y gélidos inviernos. Estas tierras estaban habitadas por tribus acostumbradas a la lucha que debían lealtad a un rey y que podían mostrarse tan crueles como hospitalarios.
Precisamente, los afganos destacaban en el combate por sus precisos mosquetes alargados denominados jezail. Sin duda, sus mosquetes eran instrumentos terriblemente letales a la hora de llevar a cabo emboscadas. Ahora bien, los afganos, cuando no se encontraban en situación de superioridad, no tenían ningún problema en rehuir las grandes batallas, pues ya encontrarían otro día para proseguir la lucha. Así, Afganistán, pese a que pueda resultar una tierra fácil de invadir, ha demostrado ser un país difícil de ocupar.
En 1838, Afganistán era gobernado por Dost Mohammed, quien había protagonizado un baño de sangre para ascender al trono. Por aquel entonces, Dost Mohammed estaba enfrentado con persas y sijs, por lo que solicitó apoyo al gobernador británico de la India, lord Auckland. La respuesta de Auckland fue francamente ofensiva al tiempo que le negaba cualquier tipo de ayuda y se mostraba muy agraviado por la presencia de un emisario ruso en la corte afgana.
Auckland, gobernador británico de la India.
En vista de la respuesta británica, Dost Mohamed inició un acercamiento hacia el Imperio Ruso que levantó más que suspicacias entre los británicos. Todo parecía presagiar una intervención militar británica en Afganistán. El plan británico implicaba la invasión de Afganistán, la caída de Dost Mohammed y el establecimiento en el trono del Sha Shuja.
Dost Mohammed.
El duque de Wellington, curtido en las guerras napoleónicas, opinaba que lord Auckland se estaba metiendo en un auténtico atolladero. A pesar de ello, en la primavera de 1839, un ejército de 21.000 hombres seguido por unos 38.000 auxiliares encargados de otras labores logísticas y servicios, penetró en territorio afgano. La mayoría de las tropas pertenecían a la Compañía de las Indias Orientales, aunque también había un reducido número de regimientos del ejército regular británico. Con escasa oposición y liderados por el general sir John Keane, se internaron en Afganistán. Tan solo encontraron resistencia en la fortaleza de Ghazni.
Ya el 1 de agosto de 1839, el ejército del general Keane arribaba a Kabul. Así, los británicos colocaban al Sha Shuja como gobernante títere. De hecho, la llegada al trono del Sha Shuja no fue bien recibida por los afganos, más aún cuando quien verdaderamente ejercía el poder era sir William MacNaghten, representante del gobernador Auckland. Conscientes de que, sin la presencia militar británica, el Sha Shuja no resistiría en el poder, los británicos establecieron guarniciones en Kabul, Kandahar, Charikar y Ghazni. En 1840, Dost Mohammed terminó rindiéndose y fue enviado a la India.
Aunque Afganistán parecía bajo control, el hijo de Dost Mohammed, Akbar Khan, estaba dispuesto a continuar la lucha, para lo cual había organizado una insurrección. Existía un gran clima de tensión entre los jefes tribales, pues McNaghten les había privado de recibir ciertos subsidios.
Los afganos se lanzaron al combate y atacaron a la brigada del general Sale en el paso de Khyber mientras volvía a territorio indio. Los combates que la brigada sostuvo con los afganos les causaron más de 300 bajas. Así pues, el brigadier Sale sabía que regresar a Kabul con tantos heridos era una misión imposible. Solo Jalalabad le ofrecía un refugio a modo de fortaleza en el que defenderse hasta la llegada de una fuerza de socorro desde Peshawar.
Rodeada por murallas de entre tres y tres metros y medio, Jalalabad era un reducto rectangular con sus defensas muy debilitadas y que disponía de 33 bastiones.
Como elemento defensivo, Sale disponía de 700 soldados del 13º Regimiento de Infantería de Dennie, de 750 soldados del 35º de Infantería Nativa, un escuadrón de 5º Regimiento de Caballería de Bengala, la 6ª Batería de artillería ligera, una batería mixta que combinaba cañones ligeros y pesados y 130 afganos. Frente a ellos se encontraban 6.000 afganos encabezados por Gul Mohammed, quien había estado persiguiendo a las fuerzas de Sale.
Con la ciudad bajo asedio, la colina Piper se alzaba varios metros por encima de Jalalabad y estaba en manos de los afganos. Así, el teniente coronel Monteith, al frente de 300 hombres, fue enviado el 14 de noviembre para hacerse con la colina Piper. Los afganos sufrieron 200 bajas y todo ello permitió dar un respiro a la guarnición, que comenzó a recibir suministros gracias a los comerciantes de las zonas próximas.
A su vez, el infatigable capitán Broadfoot y la guarnición se encargaron de echar abajo las murallas a punto de derrumbarse y de erigir parapetos que pudiesen representar una sólida defensa frente a los ataques afganos. El respiro que los afganos les concedieron no duró mucho y a finales de mes dejaron de llegar los suministros a Jalalabad. El 27 de noviembre volvieron a poner la ciudad bajo sitio.
El 1 de diciembre Sale respondió y la guarnición efectuó una nueva salida en un ataque combinado de infantería y caballería, causando otras 150 bajas a los afganos. Esto permitió un nuevo respiro a los defensores de Jalalabad, que, gracias a varias semanas de calma, volvieron a recibir suministros.
Fortificaciones de Jalalabad.
Sin embargo, la situación general británica se deterioraba en todo el país. Las guarniciones de Gurkha y Charikar cayeron, Kandahar y Ghazni estaban bajo asedio e incluso en Kabul las cosas marchaban terriblemente mal. El general Elphinstone, al mando de las fuerzas británicas en Kabul, demasiado mayor para comandar tropas y errático en sus decisiones durante la campaña afgana, finalmente fue informado el 17 de diciembre de que Akbar Khan permitiría la retirada británica de Kabul.
En Jalalabad se reforzaban las defensas, pero en Kabul las cosas iban de mal en peor y McNaghten fue asesinado el 2 de enero de 1842 mientras trataba de pactar la retirada británica de Kabul. En Jalalabad, uno de los oficiales de Sale, el mayor Macgregor, recibió una carta firmada por el general Elphinstone y por el sucesor de Macnaghten. En ella se ordenaba a Sale retirarse a la India. Sin embargo, el brigadier Sale, gracias a las tribus locales, sabía que Akbar Khan pretendía acabar con su brigada. Por ello, Sale decidió proseguir con la defensa de Jalalabad hasta que fuese posible un regreso seguro a la India.
El 13 de enero un hombre solitario llegó a caballo a Jalalabad. Era el doctor Brydon, que informó a Sale de que la columna británica había sido atacada en su retirada de Kabul. Las bajas fueron espantosas, con los hombres cayendo a causa de los ataques de los afganos y pereciendo a causa del frío extremo. Violaciones, matanzas y saqueos asolaron a quienes se retiraban de Kabul. Incluso el general Elphinstone y la esposa y la hija del brigadier Sale habían sido apresados como rehenes. El 13 de enero, tras una épica resistencia, en Gandamack, los últimos supervivientes de la columna de Kabul perecieron.
El propio Sale con su caballería abandonó Jalalabad y pudo ver de primera mano el resultado de la matanza de quienes trataron de retirarse de Kabul. Sale, desconfiando de los afganos supuestamente leales al Sha Shuja, los expulsó de la ciudad. Más tarde, estalló una agria discusión entre Broadfoot, el oficial de ingenieros y Sale, el comandante de la brigada. Sale insistía en defender Jalalabad, pues temía que sus tropas fueran masacradas al retirarse a Peshawar y Broadfoot no creía que pudieran resistir mucho tiempo, puesto que los afganos disponían de cañones capturados a la columna de Kabul. Para mayor desgracia, posteriormente llegaron noticias de una columna de socorro procedente de Peshawar que había sido repelida.
George Broadfoot, oficial al mando de los ingenieros durante la defensa de Jalalabad.
La escasez de municiones preocupaba tanto a Sale que decidió fundir las balas disparadas por el enemigo y también la cubertería. Sus tropas también realizaron salidas para hacerse con numerosos bueyes y ovejas. Por su parte, Sale seguía inmerso en duras discusiones con Broadfoot, al tiempo que permanecía consternado por su mujer y su hija, cautivas en manos del enemigo. Y es que, los oficiales al mando de la guarnición de Jalalabad se hallaban profundamente divididos sobre si proseguir la resistencia o negociar una retirada con Akbar Khan.
Lord Auckland conmocionado por la aniquilación de la guarnición de Kabul, puso al general Pollock al mando de una expedición de castigo en Afganistán. Consciente de ello, Akbar Khan, sabiendo que el tiempo apremiaba, decidió aumentar la presión en el asedio a Jalalabad. Para mayor infortunio de los defensores, en febrero de 1842, un terremoto sacudió Jalalabad, echando abajo la tercera parte de los edificios y causando importantes daños en las fortificaciones en las que tanto habían trabajado. Sin embargo, los afganos no sacaron partido de las circunstancias, puesto que muchos regresaron a sus hogares que también habían sufrido daños como consecuencia del fuerte seísmo.
El 22 de febrero los británicos fueron atacados mientras cortaban pasto para el ganado. La guarnición frenó el ataque de unos quinientos afganos. Días después, los afganos sometieron la ciudad a fuego de francotirador.
Ya el 7 de marzo llegaron emisarios desde Kabul para proponer una retirada negociada, a lo que el brigadier Sale respondió que debían hablarlo con el general Pollock, quien era el comandante en jefe de las fuerzas británicas en Afganistán.
Tanto el 11 de marzo como el 24 de marzo, los británicos llevaron a cabo exitosos asaltos contra las trincheras que los afganos habían cavado en las inmediaciones de la ciudad. Sin embargo, la situación se deterioraba, el ejército del general Pollock se retrasaba y la guarnición, acusando el hambre, tuvo que sacrificar a los camellos. El 1 de abril, en otra exitosa salida de la guarnición, los británicos capturaron cientos de ovejas a los afganos.
A pesar de la incertidumbre sobre la llegada del ejército de Pollock, de los rumores y de las noticias descorazonadoras, el 7 de abril, Sale lideró una nueva salida. Organizados en tres columnas, la infantería cubierta por la caballería bengalí y la 6ª Batería ligera pasaron al ataque hacia el campamento de Akbar Khan. El ataque fue arrollador, sorprendiendo a los afganos, capturando dos de sus estandartes de caballería, el propio estandarte de Akbar Khan y recuperando cuatro cañones de la guarnición de Kabul. Sufriendo tan imparable ataque, los afganos pusieron pies en polvorosa. Al coste de 14 muertos y 63 heridos, la guarnición había roto su propio cerco.
Por fin, el 16 de abril, el ejército del general Pollock llegó a Jalalabad y Sale fue informado de que lord Ellenborough reemplazaba a Auckland en el cargo de gobernador de la India. Siguiendo instrucciones de lord Ellenborough, todas las guarniciones de la India dispararon 21 salvas como celebración por la épica defensa de Jalalabad. El propio Sale fue ascendido a general de división y nombrado caballero de la Orden del Baño. Afortunadamente para Sale, su mujer y su hija fueron liberadas.
La expedición de castigo de Pollock se unió a la guarnición de Kabul y a ella se sumaron las tropas que habían defendido Kandahar. Pero, desde el punto de vista económico, la ocupación de Afganistán representaba grandes costes para quienes gobernaban la India, por lo que la expedición británica arrasó el bazar de Kabul, castigó Charikar y tomó el camino de vuelta a la India. Después de tanto sufrimiento, de tanta lucha, los británicos permitieron que Dost Mohammed recuperase el trono.
Robert Sale y su esposa Florentia Sale.