Pues bien, el 11 de julio de 1798 nació el Cuerpo de los Marines de los Estados Unidos. El motivo que impulsó la creación de esta unidad fue la necesidad de protegerse de la piratería. Y es que, los navíos mercantes estadounidenses se habían convertido en una presa atractiva para los piratas.
Así, el Cuerpo de Marines pasaría a operar como una rama autónoma de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos.
En cuanto a la uniformidad, los infantes de marina norteamericanos vestían pantalones y guerreras azules con brocados rojos, mientras que las gorras estaban decoradas con una insignia y una cinta amarilla. Es curioso que el cuello del uniforme era de cuero, de ahí que en numerosas ocasiones se refieran a los marines como “leathernecks” (cuellos de cuero).
Si bien Estados Unidos había alcanzado su independencia, sus problemas no habían terminado. Las malas noticias llegaban desde el Mediterráneo. Los berberiscos asaltaban los mercantes estadounidenses, saqueaban la carga y tomaban como rehenes a las tripulaciones o incluso los vendían como esclavos.
En un principio se decidió realizar pagos a los berberiscos (Marruecos, Argelia, Túnez y Tripolitania) para evitar secuestros y asaltos a los mercantes. Sin embargo, en 1801, el tributo que debían pagar los norteamericanos por poder navegar por el Mediterráneo fue incrementado en un 20%. Pero Yusuf Karamanli, como pachá de Trípoli, consideraba insuficientes aquellos ingresos, por lo que optó por enfrentarse a los Estados Unidos. Todo ello desembocó en la primera guerra berberisca.
Los estadounidenses respondieron enviando cuatro navíos al Mediterráneo, pero la reducida flota resultó insuficiente para brindar protección al tráfico naval americano. En vista de ello, no les quedó más remedio que regresar.
Dos años más tarde se envió una segunda flota. El resultado fue desastroso, pues el Philadelphia y sus 307 hombres fueron capturados. En cuanto al barco, fue empleado como plataforma defensiva de cañones.
Ambos bandos entablaron conversaciones y, mientras tanto, una fuerza de marineros con el teniente Stephen Decatour a la que había que añadir los marines del sargento Solomon Wren se aprestaron para el combate.
Llegado el 16 de febrero de 1804, esta pequeña fuerza logró internarse en el puerto de Trípoli y cayó sobre los desprevenidos piratas. A pesar de que el Philadelphia fue incendiado, los estadounidenses lograron escapar sin lamentar muertos. Sin embargo, el pachá, ardiendo de rabia, fijó el precio del rescate de la tripulación del Philadelphia en 200.000 dólares.
El cuadro representa el buque Philadelphia ardiendo.
Pero el cónsul estadounidense en Túnez, William Eaton, tenía un plan que pasaba por devolver el trono al depuesto Hamet Karamanli. Para ello, reclutarían un ejército en tierras egipcias. Por otra parte, el USS Argus, el USS Nautilus y el USS Hornet fueron enviados al Mediterráneo y siete marines fueron puestos a disposición de Eaton.
Después de encontrar a Hamet Karamanli en Egipto, éste, cuya esposa e hijos estaban cautivos en manos de su hermano, aceptó unirse a los estadounidenses. Por su parte, los estadounidenses lograron reunir una fuerza de 500 mercenarios. El propio Eaton tomó el mando y se otorgó a sí mismo el título de general.
El ejército de Eaton se puso en marcha, atravesando más de 800 kilómetros de desierto. El camino a través del desierto no estuvo exento de problemas, pues se produjeron motines, al tiempo que los hombres sufrieron la escasez de agua y alimento.
Mapa de la ruta seguida por el ejército de Eaton.
Llegado abril de 1805, el ejército de Eaton se presentó a las puertas de la ciudad libia de Derna. Tras instar al gobernador a presentar su rendición, los buques abrieron fuego contra la ciudad y comenzó el asalto. Los mercenarios de Karamanli rodearían Derna para cortar la carretera que conducía a Trípoli y, después, deberían asaltar el palacio del gobernador.
Por su parte, Eaton, con los marines del teniente O’ Bannon y una pequeña fuerza de mercenarios, debía atacar el fuerte del puerto. A pesar de ser inicialmente rechazados, la contundencia del ataque terminó por poner en fuga a los defensores del puerto. Tal fue la fiereza de los combates que el propio Eaton resultó herido de gravedad.
Con la bandera estadounidense hondeando en el fuerte del puerto, la ciudad fue bombardeada y los hombres de Karamanli se hicieron con el palacio del gobernador. Dos marines habían muerto y tres habían resultado heridos, mientras que nueve mercenarios cristianos habían causado baja.
El propio Karamanli, fascinado con la valentía del teniente O’ Bannon, le ofreció su espada como obsequio. De hecho, a día de hoy, los oficiales del Cuerpo de Marines siguen portando ese tipo de espada. Todo ello sin olvidar que la campaña de Tripolitania tuvo una gran influencia pues el propio himno de los marines hace referencia a aquella aventura en las costas berberiscas.
Yusuf Karamanli, consciente de la llegada de una fuerza enemiga a Derna, envío tropas. En mayo de 1805 se produjeron fuertes combates en Derna, pero los estadounidenses y los mercenarios consiguieron rechazar los asaltos apoyados por la artillería naval.
Mientras Eaton se disponía a avanzar hacia Trípoli, se produjo un acontecimiento clave. El 4 de junio de 1805, los estadounidenses alcanzaron un acuerdo con Yusuf Karamanli. El pachá aceptaba liberar a los estadounidenses por 60.000 dólares y dejaría de exigir pagos. Igualmente, Yusuf Karamanli añadió que si Eaton y sus hombres abandonaban Tripolitania, la familia de Hamet Karamanli sería liberada y facilitaría el regreso de su hermano Hamet a Trípoli.
Gravemente ndignado por el acuerdo que la diplomacia americana había alcanzado con Yusuk Karamanli, Eaton tuvo que retirarse. Quedaron atrás a los mercenarios árabes sin recibir sus sueldos, pues no había dinero para pagar a todo el ejército. Hamet Karamanli quedó frustrado por no poder recuperar su reino y los marines regresaron a Estados Unidos.
Para mayor desgracia de Hamet Karamanli, su hermano Yusuf incumplió su promesa de liberar a su familia y pasó el resto de su vida en Sicilia.
Por su parte, los marines volvieron a casa y gozaron de un recibimiento de héroes. Sin embargo, en 1812, los barcos mercantes estadounidenses fueron atacados de nuevo, lo que obligó a enviar otra fuerza de marines a Argelia para derrotar a los piratas.
Solo en 1830, cuando Argelia pasó a ser una colonia de Francia, la piratería entró en decadencia.