Una carga banzai implicaba un ataque masivo y frontal de cientos o miles de soldados japoneses cargando con fusiles, bayonetas, cuchillos y espadas. Aquellos ataques, terriblemente alocados, estaban abocados al fracaso.
Si bien Alaska era una posesión rusa desde 1732, pasó a manos estadounidenses en el año 1867, cuando los norteamericanos adquirieron aquella vasta extensión de terreno por 7.200.000 dólares. Como parte de Alaska, se encontraban las islas Aleutianas, de clima glacial y orografía rocosa.
Aquel territorio suscitó el interés estratégico de los japoneses en la Segunda Guerra Mundial, que podían disponer del archipiélago como plataforma para atacar Canadá o incluso para bombardear urbes como la ciudad estadounidense de Seattle. Igualmente, podían servir como un punto desde el que cortar las rutas de aprovisionamiento de Estados Unidos a la Unión Soviética.
Los japoneses bombardean Dutch Harbor, Alaska, junio de 1942.
En junio de 1942, los japoneses terminaron por invadir las Aleutianas. Aquello era una afrenta para los estadounidenses, pues una fuerza extranjera estaba ocupando su territorio nacional. Así, a mediados de 1943, los norteamericanos decidieron que era el momento de recuperar las Aleutianas. Para ello, reunieron casi medio millón de hombres entre fuerzas navales, apoyo aéreo y tropas terrestres. Este contingente debía desalojar a unos 15.000 japoneses. Al mando de la operación estaba el general Simon Bolivar Buckner.
Llegado el 11 de mayo de 1943, las tropas estadounidenses de la 7ª División de Infantería arribaron a Alaska y desembarcaron en la isla de Attu. Inicialmente, los japoneses no ofrecieron una fuerte resistencia. Aunque, a medida que avanzaban tierra adentro, los estadounidenses comenzaron a toparse con una oposición mucho más encarnizada de los 2.600 japoneses que guarnecían Attu.
Desembarco estadounidense en las islas Aleutianas, mayo de 1943.
A pesar de la artillería nipona y del fuego de los francotiradores y de las ametralladoras, los estadounidenses lograron rodear a los defensores nipones. De este modo, los japoneses quedaron encajonados entre el valle del Chichagof, la colina del Ingeniero y la cota del Anzuelo. La cota del Anzuelo terminó por caer en manos estadounidenses, quedando 1.200 japoneses atrapados y maltrechos en el valle del Chichagof, pues solo disponían de 800 hombres en condiciones de seguir luchando. De hecho, las municiones y suministros escaseaban entre los nipones.
Fuerzas estadounidenses cargan con pertrechos en la isla de Attu.
Para colmo de males, los intentos de la Armada Imperial por rescatar a la guarnición asediada fracasaron. Por otra parte, un puñado de soldados estadounidenses de origen japonés conocidos como nisei, no lograron convencer a las fuerzas niponas para que depusieran las armas.
Al ser informado de la imposibilidad de la evacuación, el coronel Yasuyo Yamasaki, decidió no rendirse y morir combatiendo. Los japoneses tramaban una sangrienta carga banzai para quebrar las líneas estadounidenses. Llegado el 28 de mayo de 1943, en el pueblo de Chichagof, el coronel Yamasaki informó de la carga banzai a sus hombres. Mientras tanto, los soldados japoneses heridos e incapacitados para combatir, después de ser sedados y narcotizados, fueron asesinados.
A las 03:15 horas del 29 de mayo de 1943 comenzó el ataque suicida de los nipones. Avanzando en oleadas en medio de la nieve, comenzó la carga banzai, que aniquiló a una solitaria patrulla norteamericana. Llegado el momento, el coronel Yamasaki decidió que el silencio ya no era imprescindible y las gargantas japonesas lanzaron el atronador y espeluznante grito de “banzai”.
Estupefactos y horrorizados, los estadounidenses despertaron en sus agujeros, viendo a una marabunta enemiga cargando directamente hacia ellos. Los japoneses arrollaron a los estadounidenses en la colina del Ingeniero, donde solo 16 hombres decidieron enfrentarse a los nipones.
Sin perder el impulso del ataque, los japoneses se dirigieron al valle de Sarana, asaltando un hospital militar y asesinando a los heridos. Los supervivientes de la matanza lograron hacerse fuertes en una parte del hospital haciendo acopio del armamento que tenían a mano y repeliendo al enemigo en un combate verdaderamente desesperado.
En la colina de Bagdad, los nipones se hicieron con un buen botín, haciéndose con alimentos, armas y municiones. Igualmente, los japoneses progresaron en el valle de Siddens, penetrando profundamente en las líneas norteamericanas y llegando al paso de Clevesy y a la Cresta Hogback.
Bien es cierto que la carga banzai comenzó con una fuerza imparable, pero, a medida que los estadounidenses reaccionaban y se recuperaban de la sorpresa, el ataque perdió fuerza. Prueba de ello es que una docena de auxiliares estadounidenses tomaron las armas y consiguieron reconquistar la colina de Bagdad.
Soldados estadounidenes abren fuego de mortero en la isla de Attu.
También en la punta Able, el general Archibald Arnold echó mano de todo el personal disponible (cocineros, operadores de radio, personal de intendencia y de construcción) y logró rechazar a los japoneses.
Con la luz diurna despuntando, unos 550 japoneses habían quedado expuestos, a la vista de los estadounidenses y al alcance de su artillería. Un breve bombardeo trituró a los japoneses, mientras que los 450 supervivientes, sin posibilidad de ir a ninguna parte, prefirieron el suicidio a la rendición. Para ello, optaron por quitarse la vida aferrándose a las granadas que hicieron estallar. Solo una docena de hombres apostó por una nueva carga banzai que terminó de manera infructuosa cuando cayeron ante las ametralladoras enemigas.
El dramático resultado de la carga banzai japonesa en la isla de Attu.
Tan solo 14 japoneses se rindieron a los estadounidenses. El 30 de mayo, los últimos defensores japoneses murieron cuando los estadounidenses llegaron a Chichagof. Habría que esperar hasta el 8 de septiembre de 1943 para capturar al último soldado nipón, que había permanecido oculto bajo tierra, como si de un topo se tratase.
Finalmente, el 15 de agosto de 1943, se dio por concluida la batalla por las Aleutianas y Estados Unidos recuperó el territorio perdido.
Ahora bien, la batalla de Attu supuso un amargo precio en sangre para ambos bandos, pues los estadounidenses sufrieron 3829 bajas con 549 muertos frente a las 2379 bajas niponas, de las que 2359 eran muertes. De hecho, la carga banzai significó alrededor del 40% de las bajas japonesas.
Para saber más sobre este hecho recomiendo leer los libros Eso no estaba en mi libro de la guerra del Pacífico y Japón invade Alaska, ambos escritos por el historiador Rubén Villamor.