Con la campaña de Noruega aún sin concluir, las tropas alemanas se lanzaron a la invasión de Bélgica, Luxemburgo, Holanda y Francia. Era mayo de 1940 y los alemanes reunieron para ello 10 divisiones blindadas, una de paracaidistas y otra aerotransportada. Tras ellas aguardaban 135 divisiones.
Llegado el 10 de mayo de 1940, las fuerzas especiales alemanas, con dos regimientos aerotransportados y un batallón paracaidista fallaron en su intento por apresar al gobierno de Holanda en La Haya. Mientras tanto, la aviación alemana bombardeaba Rotterdam y las tropas terrestres alemanas se internaban a través de la frontera holandesa.
En vista de la gran importancia de los puentes holandeses, cuatro batallones de paracaidistas y un regimiento aerotransportado se ocuparon de tomar los pasos de Rotterdan, Moerdijk y Dordrecht. Las fuerzas holandesas no consiguieron hacer estallar aquellos puentes de gran valor estratégico.
La ciudad de Rotterdam tras ser bombardeada en la invasión de 1940.
Una división acorazada acudió para enlazar con las fuerzas aerotransportadas que habían conquistado los puentes de Rotterdam. A pesar de la cantidad de vías fluviales que atravesaban Holanda, solo tardaron tres días en establecer contacto.
La catástrofe se apoderaba rápidamente de Holanda, con la reina Guillermina escapando a Gran Bretaña y los barcos mercantes buscando refugio en las instalaciones portuarias británicas.
En Bélgica, el 6º Ejército del general von Reichenau debía atravesar el canal Alberto. Las tropas belgas estaban alerta y habían dispuesto explosivos en los puentes, por no hablar de la inexpugnable fortificación de Eben Emael. Sin embargo, los paracaidistas alemanes, rápidamente iban a acabar con el mito de Eben Emael. Aquel baluarte de acero y hormigón era capaz de resistir los ataques aéreos y se hallaba situado en el punto en que enlazaban el río Mosa y el canal Alberto.
La mayoría de paracaidistas y unidades aerotransportadas habían sido empleados en Holanda, por lo que solo unos 500 paracaidistas tomaron parte en el asalto a Bélgica. Los paracaidistas cayeron sobre el propio techo de la fortaleza de Eben-Emael, capturando exitosamente tan temible bastión y haciéndose con el dominio de los puentes belgas. El paso del canal Alberto estaba asegurado y los panzers alemanes pasaron masivamente sobre los puentes belgas.
Alertados, los aliados temían que el grueso del avance alemán tuviera lugar a través de las llanuras belgas. La realidad fue muy distinta y, los alemanes atacaron por el lugar más inesperado, la abrupta región de las Ardenas. Fue así como el 10 de mayo de 1940 el 19º Cuerpo del general Heinz Guderian se internó a través de los paisajes montañosos de las Ardenas.
El 19º Cuerpo de Guderian era la punta de lanza de un 1º Ejército Panzer de Von Kleist con 50 divisiones. Los panzers de Guderian se abrieron camino a través de rutas de leñadores seguidos por los camiones y pasando inadvertidos ante los aliados.
Los franceses habían desplegado tropas de escasa calidad para defender el sector de las Ardenas y en la noche del 12 de mayo, cuando se percataron de que los alemanes atravesaban las Ardenas enviaron una división de caballería.
Guderian logró alcanzar el Mosa y siguió avanzando con sus panzers, sin importarle dejar atrás a su infantería. El 13 de mayo la Luftwaffe atacó a los carros franceses situados al otro lado del río y, por la tarde, los alemanes cruzaron en botes de goma. Los tropas francesas empezaron a dejar sus posiciones, los soldados aliados huían despavoridos entre los bombardeos y el temor de ser alcanzados por los panzers alemanes.
Pese a que el 14 de mayo solo una división panzer había cruzado el río, los franceses no contraatacaron. La moral se derrumbaba a cada minuto que pasaba. Por fin, llegó el 15 de mayo, los carros franceses contraatacaron, acabando con 100 tanques alemanes a costa de ser prácticamente aniquilados. Mientras, el general Billote, que mandaba el 9º Ejército francés fue relevado por el general Giraud.
En Bélgica, unidades francesas, belgas y británicas, intentaban organizar un frente al sur. Los alemanes, conscientes de ello, enviaron a sus fuerzas para fracturar a ambas formaciones y marchar hacia el mar. En un movimiento tan audaz como peligroso, Guderian y el entonces general Erwin Rommel, con la 7ª División Acorazada bajo su mando, penetró en medio del despliegue aliado.
En el centro de la fotografía el legendario estratega alemán Erwin Rommel.
El avance germano parecía imparable, pero, Von Kleist, preocupado por tan arriesgadas maniobras, ordenó detener la penetración. Solo después de una tensa conversación telefónica, Guderian logró permiso para otro día más de avance. Una vez más, los fulgurantes avances de Guderian preocuparon en el alto mando alemán. La preocupación llegó hasta tal punto que Hitler ordenó frenar a sus panzers. De nuevo, Guderian tuvo que persuadirle para proseguir con el ataque.
Por su parte, la Fuerza Expedicionaria Británica del mariscal lord Gott recibió ordenes de adentrarse en Francia y romper el cerco. Mientras, los militarmente anticuados mandos franceses naufragaban en el desconcierto. El general Gamelin fue relevado por el general Weygand, que asumió el mando de las fuerzas francesas el 19 de mayo. El deterioro de la situación militar aliada proseguía y el 20 de mayo, las tropas alemanas llegaban a las costas del canal de la Mancha, cortando la conexión entre los ejércitos aliados.
El 22 de mayo Boulogne quedaba rodeado y el 23 de mayo las tropas alemanas llegaban a Gravelines, a tan solo 15 kilómetros de la ciudad portuaria de Dunkerque. En ese momento, tuvo lugar una decisión clave: Hitler ordenó frenar a sus vanguardias blindadas.
Mientras, los carros Matilda británicos lanzaron un contraataque fallido en Arras. Si bien la maniobra fue un intento fútil por romper las líneas alemanas, sí que permitió ganar tiempo a los británicos.
Llegado el 27 de mayo de 1940, la Fueza Expedicioria Británica obtuvo permiso para proceder a la retirada. Pero la situación se agravaba y Bélgica se desmoronaba ante la invasión alemana. Ya el 26 de mayo por la tarde, la marina de guerra británica confiscaba los buques mercantes de más de 1.000 toneladas atracados entre Weymouth y Harwich.
Las fuerzas británicas estaban atrapadas en una ratonera. Las playas y puertos eran bombardeados sin tregua por la Luftwaffe y la armada británica se afanaba a la extenuación por evacuar a las tropas. En el aire, la Royal Air Force abatió 140 aviones alemanes al coste de 106 aeronaves propias. Buques mercantes, pesqueros, embarcaciones de recreo y la flota británica acudieron al rescate de la Fuerza Expedicionaria Británica. Una operación que había sido planificada para rescatar a 45.000 hombres permitió salvar a 338.000 soldados. El 4 de junio de 1940 se daba por finalizada la evacuación.
Evacuación de las tropas británicas en Dunkerque.
En junio de 1940, tras la evacuación de Dunkerque, Francia disponía de 70 divisiones, otras 5 británicas y 2 polacas. Se organizó un nuevo frente al norte de París. Sin embargo, estos hombres estaban escasos de armamento pesado y su moral estaba seriamente tocada.
Con los aliados permaneciendo a la defensiva, Hitler tomó la determinación de lanzarse a la conquista de París. El 5 de junio de 1940 el frente aliado cedió y las fuerzas alemanas atravesaron el río Sena el 9 de junio.
Con los alemanes internándose en Francia, el gobierno galo escapó a Tours y, posteriormente a Burdeos. El 14 de junio de 1940, tenía lugar un acontecimiento demoledor para la moral francesa, pues las tropas alemanas entraban en París. Reynaud dimitía como primer ministro de Francia y el presidente Lebrun, como jefe del estado, ordenó al mariscal Pétain formar un gobierno.
Si bien Pétain había encarnado la resistencia y la lucha de Francia en la Primera Guerra Mundial, no se mostraba dispuesto a seguir combatiendo a los alemanes. El 17 de junio de 1940 trasladó una propuesta de armisticio al dictador alemán Adolf Hitler. Precisamente, en el mismo vagón en que Alemania había rubricado su rendición en 1918, Francia formalizó el armisticio un 22 de junio de 1940.
Así, el norte de Francia quedaba militarmente ocupado por las tropas alemanas, mientras que el sur, con capital en Vichy, se convertía en un estado colaboracionista gobernado por Pétain. La Francia de Vichy también incluía su imperio colonial y dispondría de un ejército de 100.000 hombres en suelo francés y otros 180.000 en las colonias.
Hitler posa ante la Torre Eiffel tras la conquista de París. Le quedan cuatro largos años de ocupación a Francia.