Los días previos a la batalla, las lluvias torrenciales habían asolado la isla, entorpeciendo la progresión de los estadounidenses. Mientras tanto, los alemanes, conscientes de que la derrota en Sicilia era inevitable, erigieron defensas y campos de minas en Troina.

El general Terry de la Mesa Allen, que comandaba la 1ª División de Infantería de Estados Unidos, instaló su puesto de mando en la escuela de la pequeña localidad de Cerami. Se esperaba poca resistencia por parte de los alemanes, sin embargo, la inteligencia aliada estaba equivocada.

Los alemanes estaban dispuestos a defender a sangre y fuego Troina, pues era un enclave vital para poder proseguir con su retirada de Sicilia. Así, las fuerzas germanas dispusieron cuatro baterías de artillería en los barrancos, mientras que sus observadores disponían de una perfecta visión del campo de batalla.

El 31 de julio de 1943, el 39º Regimiento de la 9ª División de Infantería de Estados Unidos inició su avance. El ataque se vio frenado por las descargas de morteros y ametralladoras y los alemanes respondieron con un letal contragolpe. Así, los americanos se vieron forzados a replegarse a Cerami. Igualmente, una segunda tentativa estadounidense volvió a fracasar.

Cañones estadounidenses disparando desde Cerami.

El general Allen decidió aumentar la apuesta y envió a toda la 1ª División de Infantería y a los regimientos 39º y 60º de la 9ª División. El sector norte le correspondía al 60º Regimiento que avanzaría en dirección al Monte Pelado, mientras que el 18º Regimiento debía alcanzar Troina desde el sur y los regimientos 16º y 39º ocuparían el centro del ataque.

Las cosas no tardaron en complicarse para los estadounidenses, pues el 3 de agosto fueron frenados por las descargas de artillería. Solo la intervención de la artillería del general Andrus salvó de la catástrofe al 16º Regimiento cuando los alemanes pasaron al contraataque.

Estadounidenses dirigiendo el fuego de artillería durante la batalla de Troina.

A pesar de los bombardeos aéreos a los que fue sometida Troina a lo largo del 4 de agosto, los alemanes no cejaron en su empeño, seguían dispuestos a resistir.

Por su parte, los soldados de coronel Bowen consiguieron sobreponerse a los contraataques alemanes en Monte Basilio, una cima que habían tomado el 3 de agosto.

Fue durante la batalla de Troina cuando se luchó con mayor fiereza en Sicilia. El general Allen estuvo sometido a una intensa presión. De hecho, la batalla de Troina le costó la destitución como comandante en jefe de la 1ª División de Infantería. El general Huebner pasó a asumir el mando de la Big Red One, mientras que Allen terminó la guerra al frente de la 104ª División de Infantería.

Después de una sucesión de contraataques alemanes, los mandos germanos dieron luz verde a la evacuación de la poderosa división mecanizada Hermann Göring. Así pues, las tropas alemanas prosiguieron con la retirada.

Finalmente, los aliados brindaron soporte aéreo a sus tropas terrestres. No obstante, el apoyo aéreo fue terriblemente impreciso, la falta de coordinación fue manifiesta y se produjo el temido fuego amigo.

El 6 de agosto, mediante un avance planificado de forma más minuciosa, los estadounidenses se hicieron con el control de Troina. Al llegar a aquella población en ruinas, descubrieron que los alemanes se habían esfumado. Las posiciones del ejército alemán en el Etna habían sido quebradas. Sin embargo, el coste de la batalla de Troina había sido espeluznante para los estadounidenses pues la 1ª División de Infantería había sufrido unas bajas que superaban los 1.500 hombres. El 39º Regimiento de Infantería también registró unas pérdidas muy elevadas.