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Economía en el régimen nazi

El periodo de entreguerras afectó con especial dureza a Alemania. Condenada a pagar el coste económico de la Primera Guerra Mundial, Alemania quedó sumida en la pobreza, el desempleo y la hiperinflación. Precisamente, el factor económico, fue uno de los elementos que contribuyó a incrementar la popularidad del dictador nazi Adolf Hitler.

Con el ascenso de Hitler al poder en 1933, los nazis pusieron al frente del timón económico a un hombre que resultó determinante: el economista Hjamar Schacht, quien había presidido el Reichsbank entre 1923 y 1930. Frente a las exaltadas cúpulas del Partido Nacionalsocialista, Hjamar Schatch se presentaba como un verdadero economista profesional.

Hjamar Schatch, quien fue director del Reichsbank y ministro de Economía en la Alemania nazi.

 

Urgía atajar el desempleo, pues en 1932 Alemania registró una tasa de paro del 43,8%.  Así pues, el gobierno nazi puso en marcha un ambicioso plan económico. Hitler decidió dejar de abonar las cuantiosas indemnizaciones impuestas por el Tratado de Versalles al tiempo que se implementaban medidas que implicaban un fuerte aumento del gasto público. Este incremento del gasto público consistía en la construcción de numerosas infraestructuras tales como vías férreas y autopistas, así como instalaciones energéticas. Respecto a las autopistas, el historiador Jesús Hernández señala que, su construcción, dio empleo a un máximo de 130.000 trabajadores en 1936 y supuso la creación de otros 130.000 empleos indirectos.

Autopista alemana erigida en tiempos del Tercer Reich.

 

Asimismo, también se destinaron importantes partidas para estimular a las empresas alemanas, especialmente las relacionadas con la industria armamentística, pues los planes de Hitler pasaban por crear un poderoso ejército.

De este modo, el incremento del gasto público contribuía a incrementar el crecimiento económico y, por ende, favorecía la creación de empleo. En definitiva, el estado nazi intervino fuertemente en la economía para estimularla.

Sin embargo, semejante desembolso de fondos públicos constituía una apuesta arriesgada, pues existía el riesgo de que Alemania alcanzase niveles de endeudamiento excesivos. En vista de ello, el ministro Hjamar Schatch apostó por emitir los llamados bonos Mefo. A diferencia de los bonos más habituales, estos títulos no garantizaban una rentabilidad al cabo de un determinado periodo tiempo, sino que la rentabilidad venía condicionada por la obtención de beneficios. De esta forma, el gobierno alemán obtenía la financiación necesaria sin tener que recurrir a préstamos bancarios.

Bien es cierto que los bonos Mefo no fueron la única fuente de ingresos. La persecución de la población judía y la confiscación de sus patrimonios también contribuyó a engrosar las arcas del estado.

Operarias de la prisión de Stadelheim realizando trabajos forzosos en una fábrica alemana.

 

No solo los judíos sufrieron las consecuencias del régimen nazi. Con el estallido de la guerra y la consiguiente expansión alemana, el Reich vio incrementados notablemente sus recursos económicos. De hecho, según afirma el historiador británico Antony Beevor, la mayoría de los países europeos ocupados se vieron forzados a entregar entre el 25% y un tercio de su recaudación. Por si no fuese suficiente, Alemania se quedó con buena parte de la producción agraria de los territorios ocupados para satisfacer sus necesidades. Todo ello cuando los dirigentes nacionalsocialistas habían propuesto una gran unión económica en Europa para elevar los niveles de prosperidad.

Botín de guerra alemán descubierto por los estadounidenses en Stadelheim en 1945.

 

Más allá de los recursos conseguidos con la persecución judía y la ocupación de Europa, en los años previos a la guerra, Alemania llevó a cabo un fuerte proceso de industrialización. Así, el desempleo cayó de 6 millones de parados en 1932 a unos 800.000 parados en 1936.

Bien es cierto que los sindicatos independientes fueron ilegalizados y las huelgas también fueron prohibidas. La única organización sindical permitida era el DAF (Frente Alemán del Trabajo) y su función, más que defender los intereses de los trabajadores, consistía en la vigilancia de la población activa y en el incremento de la productividad.

El jerarca nazi Robert Ley, líder del sindicato vertical conocido como el Frente Alemán del Trabajo.

 

Respecto a la mano de obra, el Tercer Reich no dudó en esclavizar a millones de judíos y opositores al nazismo. Por otra parte, la denominada Organización Todt empleó ingentes cantidades de trabajadores forzosos para construir infraestructuras civiles y militares. Prueba de ello fueron los alrededor de 500.000 trabajadores jóvenes que la Organización Todt destinó a construir la Línea Sigfrido solo entre 1938 y 1941. Curiosamente, el propio Hjamar Schatch protestó por el elevado coste de la Línea Sigfrido, cifrado en más de mil millones de reichsmarks.

Polacos siendo deportados para la realización de trabajos forzosos al servicio del Tercer Reich.

 

Pese a que el régimen nacionalsocialista se caracterizó por un férreo control, los nazis permitieron la propiedad privada y se mostraron partidarios de la empresa privada. No obstante, existía una importante fiscalización de la empresa privada, todo ello sin olvidar una fuerte intervención del estado en los asuntos económicos. Por tanto, cabe afirmar que en la economía nazi existían importantes elementos de planificación económica.

No menos importante fue la creación de una especie de estado de bienestar en la Alemania nazi. Las medidas de protección social, tales como servicios públicos, ayudas a las familias y vacaciones contribuyeron a que Hitler se ganase la aprobación de los alemanes.

Desde el régimen nazi se llevó a cabo una política que incentivase el incremento de las familias alemanas. Todo ello implicaba la salida de la mujer del mercado de trabajo y su sustitución por mano de obra masculina. Así pues, en línea con esta política de estímulo a las familias, se concedieron préstamos para recién casados de 1.000 marcos a devolver en 100 meses y sin interés alguno. Gracias a dichos préstamos era posible estimular la economía, pues los matrimonios alemanes los utilizaban para adquirir viviendas y automóviles.

Como parte del estado de bienestar y también como elemento propagandístico, cabe destacar el papel del turismo marítimo alemán. Gracias al denominado KDF (fuerza por alegría), que dependía del Frente Alemán del Trabajo, 700.000 empleados alemanes disfrutaron de unas vacaciones en crucero entre 1934 y 1939.

 

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