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Préstamo y arriendo, suministros y material bélico para la causa

Durante los primeros compases de la Segunda Guerra Mundial, el avance alemán fue arrollador. Tan solo Gran Bretaña lograba a duras penas resistir a la maquinaria militar germana. Acosada y aislada, Gran Bretaña permanecía confinada en su isla.

El primer ministro británico Churchill había mostrado una férrea determinación de resistencia al rodillo nazi. Tan titánico esfuerzo estaba dejando exhausta a Gran Bretaña y su economía se hallaba al borde de la bancarrota. Solo la ayuda de Estados Unidos podía ayudar a mantener en la contienda a los británicos.

Mediante una carta enviada el 8 de diciembre de 1940, el propio Churchill alertó al presidente Roosevelt de los peligros que acechaban a la economía británica. Las reservas de oro británicas estaban cerca de agotarse, así como los créditos británicos en dólares. Para colmo de males, los temibles submarinos alemanes atacaban a los buques mercantes británicos en las aguas del Atlántico.

El presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt firma la Ley de Préstamo y Arriendo.

 

Estados Unidos aún no estaba preparado para entrar directamente en la guerra. Debían apoyar a los británicos para que continuasen plantando cara a la Alemania nazi. Así pues, el presidente Roosevelt encontró la solución al problema en el préstamo y arriendo.

Roosevelt señaló que, si un vecino tenía su vivienda en llamas, no iba a pedirle que pagase por utilizar la manguera para apagar el incendio. En su lugar, permitiría que utilizase la manguera para extinguir las llamas y, una vez finalizado el trabajo, le pediría que le devolviese la manguera.

Gráfico que expone los datos de envíos de Estados Unidos a la Unión Soviética con motivo del Programa de Préstamo y Arriendo.

 

La idea satisfizo al primer ministro Churchill, pues la consideraba un acto desinteresado. Sin embargo, no toda ayuda es gratis. Los estadounidenses se cobraron su parte, enviando un barco a Ciudad del Cabo (Sudáfrica) para retirar la última reserva de oro del país. Incluso empresas como Courtland, Lever y Shell fueron compradas por un valor realmente irrisorio. De hecho, tras la guerra, los británicos tuvieron que pagar el coste de esta ayuda, circunstancia que generó una fuerte desazón en la sociedad británica.

Gracias a la Ley de Préstamo y Arriendo, las naciones aliadas consiguieron el armamento y el equipamiento necesario para combatir al Tercer Reich. Gran Bretaña, Francia, China y la Unión Soviética fueron los principales beneficiarios. Así, Gran Bretaña encabezó el ranking de ayudas recibiendo una ayuda valorada en 31.400 millones de dólares, mientras que, en segundo lugar, se encontraba la Unión Soviética con 11.300 millones de dólares.

Mujeres británicas disponen de raciones de bacon y huevos gracias al programa de Préstamo y Arriendo.

 

Por su parte, semejante demanda de armamentos incrementó notablemente los pedidos militares, estimulando la industria americana y dando un impulso decisivo a una economía estadounidense que había atravesado tiempos oscuros durante la Gran Depresión.

Los conceptos que comprendían estas cuantiosas ayudas eran municiones terminadas, materias primas y maquinaria. Ahora bien, no solo se proporcionaron armas, máquinas, municiones y alimentos, sino que la marina de guerra norteamericana escoltó los convoyes mercantes en el Atlántico.

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