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¿Cómo se alimentaban los soldados que combatían en el norte de África?

Mucho antes de la Segunda Guerra Mundial, un genio militar como Napoleón Bonaparte ya proclamó que “los ejércitos marchan sobre sus estómagos”. Pues bien, en un frente de batalla tan inhóspito como el norte de África, el aprovisionamiento de agua y alimentos era fundamental. Vamos a conocer qué comían y qué bebían los soldados británicos, alemanes e italianos que combatieron en el desierto.

Desde el mes de septiembre de 1942, la situación militar de las tropas del Eje en el norte de África comenzó a deteriorarse, pues el Afrika Korps permanecía detenido en El Alamein (Egipto). Para mayor desgracia de alemanes e italianos, la aviación y la armada británica causaban estragos en los convoyes de suministros del Eje que se atrevían a surcar las aguas del Mediterráneo. Esto empezó a tener consecuencias en la dieta de los soldados que combatían en el frente.


En el verano de 1942, gracias a las panaderías de campaña, las tropas alemanas podían disponer de pan, sin embargo, después, tuvieron que contentarse exclusivamente con galletas. Éstas eran tan duras e indigestas que las llamaban “platos de cemento”.


Por el contrario, las fuerzas italianas habían acumulado importantes cantidades de pan. Así pues, los alemanes lograron convencer a sus aliados italianos para que compartiesen con ellos su excedente de pan. Nuevos cambios llegaron a la dieta de las fuerzas germanas, siendo sustituida la mantequilla por el aceite de oliva y las patatas fueron reemplazadas por las judías enlatadas.


Las tropas del Eje destacadas en África sentían especial aversión hacia la carne enlatada de la marca AM. Este tipo de raciones eran popularmente conocidas entre los transalpinos como árabe muerto (arabo morto) o el asno de Mussolini (asnius Mussolini), mientras que los soldados germanos lo denominaban hombre viejo (alter mann).


En el desierto, una simple cantimplora podía significar la diferencia entre la vida y la muerte. Esto hacía del agua un recurso tan imprescindible como la munición. Para ello, el 8º Ejército contaba con una tubería que discurría desde la ciudad egipcia de Alejandría. Una vez el agua se bifurcaba a los distintos ramales, era transportada en camiones cisterna. Al frente del mantenimiento de tan importante vía de abastecimiento se encontraban ingenieros sudafricanos y neozelandeses, que contaban con la colaboración de civiles egipcios.


En muy distinta situación se encontraban los soldados del Afrika Korps, que debían saciar su sed con el agua de viejos pozos y cisternas. Estas aguas salobres eran aún más repugnantes después de ser tratadas químicamente. En este sentido, el teniente Joachim Schorn, como oficial del Afrika Korps, afirmó en su diario que el agua “parece café y tiene un horrible sabor a azufre”. También los prisioneros aliados, que bebían la misma agua que los soldados del Eje, mostraron su descontento con la calidad del agua.


Pese a la mala fama de la cocina británica, desde la campaña de El Alamein, las tropas del 8º Ejército pasaron a estar mejor alimentadas que sus adversarios alemanes e italianos. A través de las congestionadas vías férreas, día y noche, llegaban raciones frescas para los británicos y sus aliados de la Commonwealth. Prueba de la eficiente logística británica es que alrededor del 80% de las tropas británicas pudieron disponer de pan para alimentarse.


Los soldados británicos y sus compañeros de armas de muy diversas naciones contaban con raciones consistentes en: carne de vaca en conserva, salchichas, verduras enlatadas, cebollas, patatas, margarina, queso, judías, fruta deshidratada, margarina, salmón, sardinas, leche en polvo, té indio, fiambres, tocino, mermelada, harina, sirope, azúcar, arroz y levadura entre otros muchos.


Por su parte, las tropas indias encuadradas en el 8º Ejército disponían de jengibre, ajo, cúrcuma, legumbres secas, mantequilla clarificada, harina de trigo al estilo indio y ajíes.


Las raciones también incluían cigarrillos, las cuáles disponían de tabaco específico para los soldados de la India. Especial mención merecen los cigarrillos de la marca V, que gozaban de una nefasta reputación entre los soldados del 8º Ejército, pues creían que estaban hechos con excremento de camello y serrín.

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