La debacle italiana en 1940 al tratar de invadir Grecia forzó a Hitler a acudir en ayuda de las tropas de Mussolini. La península helénica cayó en manos del Eje y griegos y británicos se dispusieron a defender su reducto en la isla de Creta.
Con 60 kilómetros de ancho y 250 kilómetros de longitud, Creta era una formidable plataforma para operar en el Mediterráneo. Así, los aliados habían guarnecido con 32.000 soldados británicos y de la Commonwealth a los que había que sumar 10.000 soldados griegos. El eje de la defensa estaba formado por la 2ª División de Nueva Zelanda y la 6ª División de Australia.
Al mando de la guarnición de Creta se hallaba el general neozelandés Freyberg. La tarea de Freyberg no era sencilla, pues los aliados estaban enfrascados en una dura lucha contra el Afrika Korps de Rommel en el desierto. Por ello, Freyberg recibió escasos refuerzos.
Desde el punto de vista alemán, la posición británica en Creta representaba una amenaza, por lo que se plantearon conquistar la isla mediante un ataque aerotransportado. El plan germano fue bautizado con el nombre de Operación Merkur al tiempo que el general Kurt Student fue puesto al mando de la invasión.
El asalto aerotransportado no sería fácil, pues requería coordinar una gran cantidad de medios logísticos, aviones y planeadores. Más aún, cuando las fuerzas aerotransportadas alemanas llegasen a Creta, deberían combatir sin el respaldo de armamento pesado. Los campos de aviación pasaron a ser los objetivos claves, sin olvidar la importancia de las instalaciones portuarias. Posteriormente, los paracaidistas serían reforzados por unos 9.000 cazadores de montaña.
Por ello, los puntos más destacados de la isla eran los aeródromos de Maleme, Rezimnon, Iraklion, la bahía de Suda y, cómo no, La Canea, la capital cretense.
Llegado el 20 de mayo de 1941, La Canea y Maleme fueron bombardeadas. Posteriormente, los paracaidistas alemanes saltaron sobre Creta. En Maleme, los soldados teutones se toparon con una férrea oposición. Los aterrizajes resultaron más que aparatosos, el fuego antiaéreo era nutrido y los hombres tomaban tierra en los lugares equivocados.
Sin embargo, el poderoso soporte aéreo alemán fue de gran ayuda. De hecho, los bombardeos aéreos alemanes habían cortado parte de las comunicaciones telefónicas aliadas.
En un contraataque, los británicos emplearon dos tanques, pero su material estaba tan desgastado que uno de sus carros no podía girar la torreta y no disponía de los proyectiles necesarios. El segundo blindado cosechó cierto éxito quebrando las posiciones de los paracaidistas, aunque terminó volcando.
Otro valiente ataque aliado fue el liderado por el capitán Forrester, quien, a punta de bayoneta, repelió a las tropas alemanas. Al concluir el primer día, la situación no parecía muy esperanzadora para los alemanes, pues habían padecido terribles pérdidas en sus intentos por conquistar La Canea.
Maleme pasó a cobrar gran importancia, al tiempo que en Rezimnon, australianos y griegos hacían lo imposible por frenar a dos batallones del 1º Regimiento Paracaidista.
Ante las dificultades que estaban encontrando en Creta, el general Student decidió volcarse sobre Maleme. Posteriormente llegarían los cazadores de la 5ª División de Montaña para reforzar a los paracaidistas, a lo que habría que añadir la llegada de tropas italianas por vía naval.
Tropas alemanas de montaña dispuestas para partir por vía aérea a Creta.
Freyberg era consciente del deterioro de la situación aliada en Creta. Por ello, las mujeres y niños abandonaron la isla y la familia real griega partió de Creta en avión rumbo a Alejandría.
Los refuerzos alemanes seguían llegando a los aeródromos conquistados. La balanza se inclinaba a favor de las tropas del Eje y los contraataques aliados fracasaron en medio de la oscuridad nocturna.
En puntos como Platanias, los alemanes decantaban la lucha a su favor, pero en Rezimnon e Iraklion, los soldados australianos continuaban batiéndose el cobre.
Freyberg se concentró en defender el puerto de Suda, imprescindible para no quedar aislado. Los cazas germanos bombardearon a los aliados partiendo desde el campo de aviación de Maleme y la lucha en Iraklion y Rezimnon era indecisa.
Reorganizados, los alemanes emprendieron importantes ataques el 25 de mayo de 1941. Un día después, pese a que Iraklion y Rezimnon continuaban conteniendo al enemigo, Freyberg solicitó la retirada de Creta. Llegado el 27 de mayo de 1941, Wavell autorizó la retirada.
Los aliados pretendían ejecutar un repliegue progresivo, contando para ello con fuerzas de élite como los comandos de la Layforce (entre los que había varios republicanos españoles) y los infantes de marina. Una desesperada evacuación aliada tuvo lugar en Sfakia. Como si se tratase de un pequeño Dunkerque, la guarnición aliada fue evacuada de manera escalonada hasta el 31 de mayo.
No todos consiguieron escapar de Creta, pues no había embarcaciones suficientes para todos los soldados. Así, los comandos de la Layforce que, con tanto arrojo habían cubierto la retirada y otros muchos hombres, quedaron abandonados a su suerte.
Si bien los alemanes habían logrado tomar Creta, las pérdidas fueron tan escandalosas que, en adelante, Hitler decidió no lanzar ataques aerotransportados.
Los heridos británicos de la campaña de Creta llegan Alejandría, Egipto.