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De Pearl Harbor a las bombas atómicas

En los años 30, Japón se convirtió en la gran potencia asiática, experimentando un espectacular desarrollo industrial y creando una poderosa armada dirigida por el más que competente almirante Isoroku Yamamoto.

Así, en 1941, Japón disponía de 11 acorazados, 18 cruceros pesados, 10 portaaviones, 113 destructores y 63 submarinos. Por el contrario, las potencias rivales disponían de unas fuerzas muy inferiores. Es el caso de estados Unidos, que contaba con 9 acorazados, 13 cruceros pesados, 3 portaaviones, 11 cruceros ligeros, 56 submarinos y 80 destructores. Gran Bretaña solo disponía de unos 400 aviones y de los acorazados Repulse y Prince of Wales.

Sin embargo, la campaña del Pacífico terminaría por demostrar que los portaaviones eran el elemento clave.

Llegado el 7 de diciembre de 1941, Japón, con el fin de convertirse en la potencia hegemónica en Asia y el Pacífico, emprendió un ataque contra la base estadounidense de Pearl Harbor. 360 aviones despegaron de seis portaaviones, logrando hundir varios acorazados y causando más de 2.400 muertos a los estadounidenses con a un coste de 29 aviones.

A pesar de que los norteamericanos habían sido sorprendidos, ni la base naval fue destruida, ni tampoco las reservas de combustible. De hecho, los preciados portaaviones ni tan siquiera estaban en Hawai.

Ataque japonés a Pearl Harbor.

 

En Filipinas, las fuerzas estadounidenses, pese a ser conscientes del ataque a Pearl Harbor, no tomaron medidas y la aviación norteamericana no atacó los aeródromos japoneses en Formosa. El 8 de diciembre sufrieron las consecuencias de su decisión fatal y los aviones estadounidenses fueron destruidos en tierra en sus pistas de las Filipinas.

La tragedia se precipitó sobre los aliados y el 10 de diciembre de 1941, los aviones japoneses hundieron los poderosos acorazados británicos Prince of Wales y Repulse.

La tripulación del Prince of Wales abandona el acorazado antes de que se hunda.

 

A partir de ahí, las derrotas se sucedieron para los aliados. El 2 de enero de 1942 los nipones tomaban Manila y la resistencia en Corregidor se prolongó hasta el 6 de mayo. Entretanto, la flota holandesa, británica, australiana y estadounidense era derrotada en el mar de Java en febrero de 1942.

Hong Kong, Singapur, Rangún, las Islas Célebes, Ambón, Sumatra, Timor y Java eran conquistadas por los japoneses. También islas como Guam, Wake, las Bismarck y las Salomón caían en manos del Imperio de Japón. A duras penas, los aliados lograban resistir en Nueva Guinea.

Semejantes conquistas territoriales habían provisto de importantes recursos a Japón, un país escaso de materias primas. De este modo, el Imperio de Japón disponía de las vastas reservas de caucho de Malasia e incluso tenía el 70% del arroz mundial.

Duramente golpeados, los estadounidenses tenían la imperiosa necesidad de reaccionar. El 18 de abril de 1942, 16 bombarderos B-25 despegaron desde el portaaviones Hornet para bombardear suelo japonés. La operación fue conocida como el raid de Doolittle. Si bien los daños fueron escasos, la incursión de los hombres de Doolittle fue muy publicitada y contribuyó a levantar la moral estadounidense.

Mientras tanto, los estadounidenses se ponían manos a la obra y su industria trabajaba incansablemente para un ambicioso programa naval que, entre otras cosas, se marcaba como objetivo la producción de 17 portaaviones pesados y numerosos portaaviones ligeros.

La batalla del mar del Coral contribuyó a detener a los japoneses. Los nipones buscaban atacar Nueva Guinea desde el sureste y también atacar Australia. El almirante Fletcher se dirigió con los portaaviones Lexington y Yorktown para atacar a los barcos japoneses.

El portaaviones Lexington después de ser atacado por los japoneses en el mar del Coral.

 

En mayo de 1942, la aviación de ambos bandos se enfrentó en furiosos combates aéreos. Si bien los estadounidenses perdieron buques más importantes, consiguieron detener los ataques japoneses a Port Moresby y salvar Nueva Guinea.

El almirante Yamamoto sabía que los recursos de Japón y, sobre todo, su escasez de combustible, no le permitirían mantener una guerra prolongada con Estados Unidos. Por ello, Yamamoto buscaba infligir un golpe decisivo para aniquilar a la Armada estadounidense.

Yamamoto pretendía sentenciar a la marina de guerra estadounidense en Midway. Para ello, lanzaría un ataque de diversión contra las Aleutianas y remataría al grueso de la flota americana en Midway.

El almirante Nimitz era consciente de las intenciones de Yamamoto y congregó una flota con 3 portaaviones, 8 cruceros, 17 destructores y 19 submarinos. En las islas, los estadounidenses disponían de aeródromos en los que contaban con bombarderos B-17, cazas y cazabombarderos.

Mientras tanto, los aviones PBY Catalina de reconocimiento se encargarían de detectar el rumbo de la flota japonesa.

Los japoneses se lanzaron al ataque cuando se encontraban a 200 millas de Midway. Pero los estadounidenses lanzaron oleadas de aviones para destruir los portaaviones japoneses. Entre el 4 de junio y el 7 de junio de 1942, los japoneses fueron derrotados en Midway. Los estadounidenses perdieron un portaaviones frente a cuatro portaaviones nipones.

Aviones sobre la cubierta del portaaviones Enterprise en Midway.

 

Midway había supuesto un verdadero punto de inflexión en la guerra del Pacífico. Las tornas de la guerra habían cambiado, Japón había sido detenido, y, a partir de ahí, Estados Unidos pasaba a la ofensiva.

En las islas Salomón, los japoneses construían bases desde las que atacar Australia. Aquello suponía una gran amenaza para los aliados, por lo que el 7 de agosto de 1942, la 1ª División de Marines desembarcó en la isla de Guadalcanal. Mientras se desarrollaban los combates en tierra, en el mar las armadas de ambos países entablaban duros enfrentamientos.

El almirante Mikawa atacó por sorpresa a la flota norteamericana en Guadalcanal y sus hombres lograron mandar a pique 4 cruceros. Los japoneses continuaron batallando en los mares, pero en el mar de las Salomón terminaron perdiendo el portaaviones Riujo. La sucesión de combates navales prosiguió mientras se luchaba a vida o muerte en la isla de Guadalcanal y los estadounidenses perdieron el portaaviones Hornet, mientras que el portaaviones Enterprise sufrió daños. A pesar de las importantes pérdidas navales, los estadounidenses perseveraron y mantuvieron el control de Guadalcanal.

Llegado 1943, el general MacArthur, en su afán por recuperar las Filipinas, aisló la gran base japonesa de Rabaul. Igualmente, los estadounidenses lograron una importante victoria al atacar las instalaciones militares japonesas en Truk.

Los estadounidenses siguieron tomando islas al asalto, desembarcando en Nueva Georgia el 1 de julio de 1943, el 15 de agosto en Vella-Lavella, el 4 de septiembre en Nueva Guinea, el 1 de noviembre en Bougainville y el 15 de diciembre en Nueva Bretaña.

Más al norte, los estadounidenses recuperaron las Aleutinas en 1943, mientras que, en noviembre de 1943, la 2ª División de Marines, luchando a sangre y fuego, se hizo con Tarawa. Precisamente Tarawa aportó valiosas lecciones a los marines en los siguientes desembarcos. Tras conquistar las Islas Marshall, los estadounidenses dieron un nuevo paso y tomaron Eniwetok en febrero de 1944.

Llegado julio de 1944, se produjo la batalla de las Marianas. Aquel archipiélago era vital para establecer aeródromos desde los que los bombarderos B-29 pudieran emprender ataques aéreos contra Japón.

La flota del almirante Ozawa, compuesta por 5 portaaviones pesados y 4 ligeros, cinco acorazados, 11 cruceros pesados y 2 ligeros, 28 destructores y 473 aviones, combatió contra la Task Force 58 de los norteamericanos. De este modo, los estadounidenses opusieron 7 portaaviones pesados y 8 ligeros, 7 acorazados, 8 cruceros pesados y 13 ligeros, 69 destructores y 956 aviones.

Enfrentándose entre el 19 y el 20 de junio de 1944, los estadounidenses gozaron de una gran superioridad y llegaron a hablar del “tiro al pato de las Marianas”. Y es que, los japoneses perdieron cientos de aviones en un enfrentamiento decisivo.

Avión japonés siendo derribado durante la batalla de las Marianas.

 

Gracias a la más que trascendental victoria de las Marianas, los estadounidenses tomaron Saipán, Tinian y Guam. Así, los norteamericanos contaban con bases desde las que emprender ataques aéreos contra territorio japonés.

En septiembre de 1944, los estadounidenses tomaron las Islas Palaos, sufriendo unas pérdidas espeluznantes en la pequeña isla de Peleliu, donde los combates se tornaron especialmente encarnizados. A un alto coste, después de más de un mes de batalla, los americanos lograron conquistar la isla coralina de Peleliu.

La última gran flota japonesa terminó siendo aniquilada en la batalla del golfo de Leyte. 34 portaaviones ligeros y pesados, 23 cruceros, 18 destructores, 100 submarinos y diversos tipos de buques estadounidenses lucharon contra los últimos portaaviones japoneses.

La flota japonesa se dirige a las Filipinas.

 

El acorazado Mushahsi y dos cruceros fueron hundidos por los norteamericanos, sin olvidar que varios barcos nipones sufrieron daños. Pero, las maniobras de los japoneses forzaron al almirante Halsey a dar media vuelta.

Así, en un combate naval entre buques de superficie, los barcos del almirante Oldendorf sentenciaron a los buques de Nishimura en el estrecho de Surigao. Posteriormente, combatiendo a Shima, mandaron a pique un crucero y dos destructores.

Justo el 24 de octubre de 1944, cuando los estadounidenses se hallaban en una situación francamente complicada, el almirante Ozawa retiró a su escuadra. Halsey salió a la caza de Ozawa, hundiendo 4 portaaviones.

Con la Armada Imperial prácticamente diezmada, el general MacArthur, al frente del 6º Ejército de Estados Unidos, logró recuperar las Filipinas entre octubre de 1944 y febrero de 1945.

La guerra en el Pacífico entraba en su fase final. Los bombarderos B-29 estadounidenses arrasaban Japón partiendo desde sus bases en las Marianas, pero, en tan largo trayecto precisaban una base en la que realizar aterrizajes de emergencia y reparaciones. La pequeña isla volcánica de Iwo Jima era la plataforma ideal.

Aproximadamente 70.000 marines desembarcaron el 19 de febrero de 1945 para tomar Iwo Jima. Tras más de un mes de cruentos combates, los marines lograron conquistar la isla a costa de unas pérdidas espantosas.

Con los estadounidenses aproximándose hacia las islas principales de Japón, la desesperación cundía entre los mandos nipones. En semejante tesitura, recurrieron a tácticas suicidas, empleando a sus pilotos kamikaze contra los buques de la flota estadounidense. Estos pilotos suicidas, los kamikaze, cuyo nombre significaba “viento divino”, debían mandar a pique la poderosa armada americana, estrellándose contra los barcos, como si se tratase del tifón que mando a pique la armada mongola que en el siglo XIII intentó invadir Japón.

Durante la batalla de Okinawa, los japoneses llegaron a enviar unos 1.900 kamikazes para estrellarse contra los buques norteamericanos. Los ataques kamikaze causaron miles de muertos entre los marineros estadounidenses que combatían en Okinawa. A pesar de ello, los estadounidenses mantuvieron la superioridad naval, aérea y terrestre.

Desembarco estadounidense en Okinawa.

 

Las amenazas no solo provenían desde el cielo, pues los japoneses dispusieron cientos de embarcaciones suicidas. También la Armada Imperial de Japón envió a Okinawa al acorazado Yamato (su buque insignia). Las posibilidades de éxito del Yamato en su misión suicida eran francamente escasas. Una vez descubiertos el Yamato y su flotilla de escolta, la aviación americana cayó sobre el colosal acorazado y lo hundió.

Tras la derrota en Okinawa, Japón se hallaba acorralado. El país sufría constantes bombardeos que arrasaban sus ciudades y destruían su industria. La flota japonesa era insignificante y la superioridad aérea de los estadounidenses era más que patente. De hecho, los bombarderos norteamericanos llegaron a lanzar unos 134 millones de kilos de bombas sobre territorio japonés desde el 24 de noviembre de 1944 hasta el 6 de agosto de 1945.

Bombardeo atómico de Hiroshima.

 

El terrible colofón a la sangrienta campaña del Pacífico lo pusieron las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, lanzadas el 6 de agosto de 1945 y el 9 de agosto de 1945 respectivamente. Poco después de los devastadores bombardeos atómicos Japón capitulaba.

Capitulación japonesa, 2 de septiembre de 1945.

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