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Insurrección en la prisión de Eysses

La prisión francesa de Eysses, ubicada en el departamento de Lot-et-Garonne, era una auténtica fortaleza en la que el gobierno títere de Vichy agrupaba a los presos más peligrosos.

Entre sus muros fueron encarcelados un total de 82 españoles. Estos hombres fueron apresados mientras tomaban parte en acciones de resistencia contra la ocupación.

Si bien comenzó como una abadía benedictina, el penal de Eysses, se convirtió en una dura prisión. Presos políticos y miembros de la resistencia subsistían en la prisión, no sin dejar de lado las actividades culturales y manteniendo vivo su deseo de proseguir la lucha contra el fascismo.

En este contexto, los reos de Eysses, crearon una organización con la finalidad de perpetrar una huida. De hecho, ciertos guardias de la prisión llegaron a colaborar con los presos. Incluso la resistencia logró introducir algunas armas divididas en piezas.

Los presos de Eysses no solo pretendían organizar una fuga, sino que buscaban provocar una insurrección en la prisión. Pese a que no recibieron las armas que les había prometido la resistencia, los planes siguieron adelante. Así, en diciembre de 1943, se gestaron los planes para una espectacular evasión.

Uno de los presos, conocido como “Tánger”, contactó con los Cuerpos Francos para poner en marcha la operación. Sin embargo, cuando los gaullistas descubrieron que “Tánger” era comunista, surgieron los recelos y no se proporcionaron las armas necesarias a los presos. Frustrados, algunos presos trataron de fugarse, aunque sus tentativas fracasaron y, como represalia, numerosos reos fueron fusilados.

El 19 de febrero de 1944 se produciría un levantamiento en la prisión. El coronel Schivo, de las fuerzas francesas del gobierno títere de Vichy, había asumido la dirección de la prisión. Schivo contaba con sus lugartenientes Alexander y Latapie. Los tres querían imponer un férreo régimen en la prisión, pues los anteriores responsables de la prisión habían sido destituidos al ser considerados demasiado blandos con los presos. De este modo, se procedió a separar a los presos para reducir el contacto y las posibilidades de levantamientos.

A pesar de ello, se produjeron situaciones de tensión, cuando sobre varios presos pendía la amenaza de traslado a Alemania. En el comedor, los presos entonaron la marsellesa y se negaron a cumplir las órdenes de los guardias. Gracias a ello, se evitó el traslado de los presos a Alemania.

El plan de rebelión, denominado Bernard, prosiguió. Provistos de unos pocos subfusiles Sten, diez pistolas y algunas bombas de mano, pretendían neutralizar a los guardias, tomar sus uniformes y tomar las torres de vigilancia. En el exterior, los camiones aguardarían para evacuar a los presos, que se unirían a las filas de los maquis.

En medio de una inspección de las autoridades de Vichy, un 19 de febrero de 1944, comenzó el levantamiento. El director, el inspector y un grupo de guardias fueron sorprendidos en el patio número 1. Allí fueron neutralizados, desnudados y desarmados. Los presos repitieron el proceso con los sucesivos grupos de guardias. Pero la alarma sonó cuando un oficial descubrió que los guardias registraban y apresaban a otros guardias. Las puertas se cerraron y se desencadenó un tiroteo.

El comandante Bernard, el líder de la evasión, resultó herido en la refriega. Las tropas alemanas acudieron al lugar y amenazaron con bombardear el recinto. Los alemanes prometieron no ejecutar presos si los insurrectos deponían las armas, pero los presos decidieron jugársela y proseguir con la evasión.

La participación de los españoles en el levantamiento fue más que destacada y entre ellos, sobresalieron los valencianos Portolés y Turiel, así como el asturiano Llanos. Sin embargo, el desarrollo de los combates no fue favorable para los presos, pues no disponían de explosivos suficientes para derribar los muros.

El tiempo se agotaba y los combates eran encarnizados en la prisión. Los presos se percataron de que su única opción era negociar la rendición. Finalmente, consiguen la promesa de las autoridades de Vichy de que no habrá represalias.

El 20 de febrero de 1944, Darnard, en calidad de secretario de estado de Vichy, visitó el penal de Eysses. Se formó un tribunal de excepción y circularon rumores sobre ejecuciones. El propio Darnard era partidario de ejecutar a 50 reos. Finalmente, 12 hombres heridos son ejecutados, pues sus heridas daban fe de que habían tomado parte en el levantamiento. Otros 38 hombres fueron enviados al campo de exterminio de Dachau, en Alemania, donde terminarían muriendo.

Como respuesta, se produjeron represalias. El régimen de la prisión fue mucho más implacable, estando los castigos a la orden del día. Llegado el 30 de mayo, los prisioneros son dejados en manos de la temida Gestapo, siendo trasladados al campo de Compiègne. El siguiente paso de los prisioneros era el traslado a Alemania, donde les aguardaba una muerte segura.

El 6 de junio de 1944 los aliados desembarcaron en Normandía y la resistencia realizó sabotajes a lo largo de todo el territorio francés. Los ferrocarriles fueron atacados y los bombardeos fueron muy frecuentes. Todo ello obligó a postergar el traslado de los prisioneros a Alemania. De 2.521 presos, 984 murieron de camino hacia el campo de concentración de Dachau. El viaje fue un infierno para los presos, que sucumbieron al hambre y a la asfixia.

La llegada a Dachau fue solo el comienzo de la pesadilla, pues solo un reducido grupo logró sobrevivir a aquel campo de exterminio. Finalmente, los escasos supervivientes fueron liberados el 29 de abril de 1945, cuando las tropas estadounidenses llegaron al campo de concentración de Dachau.

 

 

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