La primera ciudad alemana amenazada por el avance estadounidense era Aquisgrán (también conocida como Aachen), lugar de fallecimiento de Carlomagno, a lo que había que añadir que allí habían sido coronados otros treinta y tres monarcas. Aquisgrán y su catedral eran verdaderos tesoros históricos. Sin embargo, sus antiquísimos edificios habían resultado dañados por los ataques aéreos de los aliados en 1943 y también durante la primavera de 1944.
En el otoño de 1944, con los estadounidenses estrechando el cerco sobre la ciudad, unos dieciocho mil combatientes alemanes estaban dispuestos a vender cara su derrota. El 7º Cuerpo de Estados Unidos contaría con el respaldo de la 30ª División y un regimiento de la 29º División de Infantería (enviados el 2 de octubre de 1944). Ya el 7 de octubre, la 30ª División logró abrir brecha en las líneas germanas. Sin embargo, los alemanes, contraatacando activamente, obligaron a defenderse a la 30ª División.
Mientras tanto, la veterana 1ª División de Infantería se situaba al oeste, sur y este de la ciudad. Llegado el 8 de octubre los estadounidenses atacaron el nordeste de Aquisgrán, asaltando los reductos alemanes. Con los baluartes alemanes cayendo uno detrás de otro, el mariscal Von Rundstedt, como comandante en jefe de las tropas alemanas en el oeste informó a Berlín del gravísimo peligro al que se enfrentaba Alemania. Los aliados estaban llamando peligrosamente a las puertas del Tercer Reich.
La única vía de abastecimiento de la ciudad estaba amenazada por la 1ª y 30ª Divisiones de Estados Unidos. De hecho, los norteamericanos conminaron a la guarnición a rendirse. Emisiones radiofónicas, bombas cargadas con panfletos y voces por megafonía instaban a los defensores teutones a entregar las armas. Cuando los estadounidenses acudieron a Aquisgrán a parlamentar, se encontraron con la tajante seca negativa del comandante alemán, el coronel Gerhard Wilck. No habría capitulación alguna.
Las consecuencias de la decisión de Wilck no se hicieron esperar y, en los días siguientes, los cañones y los bombarderos estadounidenses machacaron la histórica localidad. Posteriormente, el 26º Regimiento de Infantería de la 1ª División rebasó las vías férreas de la Tiererstrasse y se internó entre las calles de la ciudad.
Tropas alemanas en Aquisgrán.
El panorama era desolador, pues unos 20.000 civiles estaban atrapados por la guerra en medio de una ciudad en ruinas. Para hacer más encarnizada la batalla, unos 5.000 soldados alemanes estaban dispuestos a defender la ciudad a toda costa, a lo que había que añadir personal de las SS y miembros de la policía de Colonia.
El 2º y el 3º batallones del 26º Regimiento estadounidense lucharon calle por calle, casa por casa, habitación por habitación. Las estancias de las viviendas y los sótanos eran despejados con granadas, se disparaban bazokas contra los edificios y los ingenieros, valiéndose de explosivos, derribaban las paredes de las casas. Incluso se recurría a los lanzallamas para desalojar a los alemanes. Los cañones de 155 milímetros también vomitaron numerosos proyectiles sobre una castigada Aquisgrán.
Los estadounidenses se abrían camino, pagando un amargo precio en sangre por cada metro de terreno conquistado. Pasaban ante carteles con consignas nacionalsocialistas, de las que muchos se mofaron añadiendo con tiza bromas soeces.
Pero, más allá de los combates que tenían lugar en las calles, en las proximidades de Aquisgrán, la 30ª División y la 1ª División, recibían el fuego de la artillería alemana, que observaba los movimientos de los estadounidenses.
Soldados estadounidenses combatiendo en las calles de Aquisgrán.
La conquista de Aquisgrán se estaba tornando sangrienta y larga y el general Courtney Hodges se impacientaba, cargando contra el general Hobbs, que mandaba la 30ª División de Infantería y contra el general Corlett, que dirigía el 19º Cuerpo.
Antes de que el sol despuntase en la mañana del 15 de octubre, la 3ª División de Granaderos Panzer atacó desde el este para romper el asedio al que los norteamericanos sometían a la ciudad. Inicialmente, los estadounidenses se las arreglaron para contener al enemigo con sus cañones y morteros, pero los tanques alemanes amenazaban las posiciones del 16º Regimiento de Infantería de la 1ª División de Estados Unidos. Milagrosamente, la infantería norteamericana logró resistir la tenaz embestida germana.
Carros de combate estadounidenses se abren paso a través de las calles de Aquisgrán.
Por fin, el 16 de octubre de 1944, la 30ª División de Infantería enlazaba con los hombres del 18º Regimiento, emergiendo desde el sudeste de Würselen. Pese a que los alemanes continuaron perseverando en sus intentos por romper el cerco de Aquisgrán, no consiguieron sus propósitos, pues llegaron a perder más de dos tercios de los 90 carros de combate empleados en los sucesivos ataques.
En Aquisgrán, languidecía lentamente la guarnición alemana. Mientras, el coronel Wilck, en el antaño lujoso Hotel Quellenhof y, en aquel momento desvencijado cuartel genera alemán, proclamando que se defenderían hasta el final.
El 18 de octubre las tropas del 26º Regimiento de Infantería estaban ante el cuartel general de Wilck. Sin embargo, Wilck se había esfumado, guareciéndose en un búnker en la zona norte de la Lousbergstrasse. Por fin, el 21 de octubre de 1944, el coronel Wilck y su castigada guarnición capitularon ante el coronel Corley.
Unos 5.600 alemanes habían caído prisioneros y la ciudad había quedado convertida en un mar de ruinas. Hay estimaciones que señalan que el 83% de los edificios habían sido destruidos. Tal fue la devastación que las vidrieras de la catedral fueron destruidas por los bombardeos, al tiempo que el cementerio de aquel templo también resultó dañado. Sin embargo, los restos del monarca Carlomagno no sufrieron daño alguno. Todo ello sin olvidar la tragedia de los numerosos civiles que murieron o resultaron heridos fruto de los desesperados combates que tuvieron lugar en las calles de la que fue la capital del Imperio Carolingio.