En mayo de 1940, los ejércitos alemanes, valiéndose de una nueva forma de hacer la guerra, conquistaban Europa occidental de manera arrolladora. Mientras tanto, Gran Bretaña se hallaba al borde de una catástrofe que amenazaba su supervivencia. En el reducido perímetro de Dunkerque permanecía la Fuerza Expedicionaria Británica, acorralada, con sus soldados desmoralizados en los arenales esperando subir a un barco de vuelta a Inglaterra.